REORIENTACIÓN IDEOLÓGICA



Cada vez que un tribunal tumba regímenes de libertad de presos independentistas habla de conceptos como «progresión», «interiorización», «reorientación», y esto tiene un nombre - Josep Maria Fonalleras

Cuando alguien comete un delito, tipificado en el Código Penal (o cuando el tribunal considera que lo ha cometido), la legislación prevé que el reo ingrese en prisión por pagar el mal que ha hecho. La privación de libertad es el pago directo, en efectivo, con el propio cuerpo, de quien ha cometido el delito. Después, el sistema penitenciario prevé no la simple reacción institucional, admitida y requerida por la sociedad, sino también la superación de las causas que provocaron la acción criminal: las personales, las sociales, las económicas, las psicológicas. Rehabilitar un prisionero es procurar que se inserte de nuevo en el tejido social y evitar, al mismo tiempo, crímenes futuros, sin exigir garantías a sus creencias. Todo esto es correcto y se entiende, desde que las cárceles dejaron de ser airados mecanismos de humillación, en la perspectiva de los delitos comunes.

Pero ¿y los políticos? En este caso, la rehabilitación implica vacunación intelectual, lobotomía ideológica, renuncias éticas. Cada vez que un tribunal tumba regímenes de libertad (¡de semilibertad!) De presos independentistas habla de conceptos como «progresión», «interiorización», «reorientación». Y esto, por desgracia, tiene un nombre. Me remite al párrafo final de 1984 de Orwell, cuando Winston se rinde ideológicamente, y abjura de su pensamiento, por fin se ha reorientado políticamente, por fin se ha rehabilitato...

... La voz de la telepantalla todavía estaba vertiendo información sobre prisioneros, botines, matanzas, pero el griterío exterior se había reducido un poco. Los camareros habían vuelto al trabajo. Uno de ellos se acercó a él con una botella de ginebra. Winston, sentado en medio de un sueño de bienaventuranza, ni se fijó que le estaban llenando de nuevo el vaso. Ya no corría ni llamaba entusiasmado. Había vuelto al Ministerio del Amor, se lo habían perdonado aunque tenía el alma blanca como la nieve. Estaba en el banquillo, lo confesaba aunque implicaba todos. Más tarde estaba caminando por un corredor revestido de azulejo blanco, tenía la sensación de caminar bajo los rayos del sol. Levantó la mirada hacia aquel rostro enorme. Le había costado muchos años de aprender qué tipo de sonrisa escondía detrás esa cara amable de barba confundida, en quien no confiaba.¡Qué malentendido tan cruel e innecesario!. ¡Qué exilio tan terco como obstinado, lejos del pecho amoroso!. Dos lágrimas perfumadas de ginebra manaron a ambos lados de la nariz. Pero ahora ya estaba todo bien, todo era correcto, la lucha había terminado. Había obtenido la victoria sobre sí mismo. Amaba el Gran Hermano".

 

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