No es un tópico o una frase hecha, los hechos de Afganistán de estos días, han marcado un antes y un después de nuestra manera de contemplar las guerras actuales, las guerras donde no mueren soldados y si civiles, además lo hemos visto en directo, con toda su crudeza, y hemos visto también la ineficacia y la indiferencia de los Gobiernos occidentales, que no son mucho mejor que los talibanes.
Hace solo una semana –parece una eternidad–, seis países de la UE dirigieron una carta a la Comisión Europea en la que manifestaban su rechazo a suspender las deportaciones de ciudadanos afganos a su país, desoyendo la petición expresa del moribundo Gobierno de Afganistán. Eran Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Grecia y los Países Bajos. Sería “una señal equivocada”, decían. Para entonces, los talibanes –que entre 1996 y 2001 instauraron un régimen de terror– iban ganando territorio con pasmosa rapidez, mientras se deshacía el ejército regular afgano y miles de ciudadanos huían hacia la capital, Kabul.
Solo hace una semana, pero quien no quiere ver, no quiere ver. Únicamente alemanes y holandeses decidieron a los pocos días dar marcha atrás y suspender las expulsiones, algo que Francia había decidido en julio. Hasta ayer mismo, como quien dice, Europa consideraba a Afganistán un “país seguro”, razón por la cual los afganos demandantes de asilo (solo en el 2020 hubo 47.000 solicitudes) que veían su petición denegada eran devueltos a su país.
Europa, que había mantenido la ficción de que Afganistán era “seguro”, no abrirá sus fronteras. Ver en Afganistán un “país seguro” forma parte del mismo tipo de ceguera interesada que ha llevado a Estados Unidos y sus aliados de la OTAN a considerar, tras veinte años de ocupación, que el país había conseguido construir un Estado sólido y un ejército capaz (coartada última para llevar a cabo la retirada unilateral decidida por EE.UU.). En pocos días, la ficción ha quedado dramáticamente al descubierto. La invasión militar del 2001, en respuesta a los atentados del 11-S, sirvió para expulsar del país a la organización terrorista Al Qaeda y desalojar del poder a los talibanes. Pero nada más. Y ni siquiera de forma duradera. Los talibanes han vuelto. Y respecto a lo de Al Qaeda, ya veremos.
No han sido solo los países europeos los que han preferido mirar hacia otro lado. También Irán y Pakistán, con idénticos argumentos. De hecho, la propia Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) puso en marcha, poco después de la “pacificación” occidental del país, un programa de retorno voluntario que se ha mantenido hasta ahora mismo: entre marzo del 2002 y marzo de este año, 5,2 millones de afganos han regresado a su país.
Y, sin embargo, la paz nunca ha sido verdaderamente conquistada. Cada año, las víctimas civiles del conflicto –soldados occidentales y milicianos talibanes aparte– se han ido contando por miles. El primer semestre de este año el balance ha sido de casi 1.700 muertos. ¿Un país seguro? ¿En qué sentido?
Afganistán lleva en guerra más o menos intermitente los últimos cuarenta años y, tras Siria, es el país que más refugiados acumula en el mundo: entre 2,5 y 2,6 millones. Y el número amenaza ahora con dispararse.
Frente a esta tragedia, Europa ha decidido enrocarse detrás de un muro. Los países involucrados en la invasión de Afganistán –ya retiradas sus tropas– han puesto en marcha una operación de evacuación de sus nacionales y de unos pocos miles de colaboradores afganos y sus familias. Francia, que se enorgullece de autotitularse “la patria de los derechos del hombre”, ha prometido ayudar asimismo a aquellos militantes de los derechos humanos, artistas y periodistas cuya vida esté en riesgo por su compromiso.
Pero el resto de afganos, los ciudadanos de a pie, tendrán que apechugar. Las intervenciones el lunes de Angela Merkel y Emmanuel Macron –hay elecciones próximas en Alemania y Francia– ya lo dejaron claro. Y la reunión europea de ayer así lo confirmó. La apertura de fronteras del 2015 decidida para los refugiados sirios no se repetirá. La UE apuesta una vez más por externalizar el problema, pagando a los países vecinos. Los afganos pueden abandonar toda esperanza de que Europa acuda en su socorro.

La comunidad internacional no puede abandonar a miles de mujeres y niñas en la oscuridad más absoluta a la que las condenarán los talibanes. Si querían una realidad que de verdad nos salpique con ácido, que evoque el horror, aquí va la lista que la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (Rawa.org) ha publicado con todo lo que la sharía, la ley islámica, prohíbe a las mujeres. - Susana Quadrado
1. Prohibición de trabajar fuera de casa. Solo unas pocas doctoras y enfermeras pueden hacerlo en hospitales de Kabul.
2. Prohibición de cualquier tipo de actividad fuera de casa a no ser que vayan acompañadas de su mahram (un pariente cercano varón: padre, hermano o marido).
3. Prohibición de cerrar tratos con comerciantes varones.
4. Prohibición de ser tratadas por doctores varones.
5. Prohibición de estudiar en escuelas, universidades o instituciones educativas.
6. Obligación de llevar burka, velo de la cabeza a los pies. Nunca colores vistosos.
7. Azotes, palizas y abusos verbales contra las mujeres que no vistan según las reglas talibanas o si no van con su mahram . Azotes también por no ocultar los tobillos.
8. Lapidación pública a las acusadas de relaciones sexuales fuera del matrimonio.
9. Prohibición de las mujeres a reír en voz alta. Ningún extraño debe oír la voz de una mujer, ni tampoco oír sus pasos.
10. Prohibición de ir en taxi sin el mahram , o en bici o moto ni con el mahram .
11. Prohibición de tener presencia en la radio, la televisión o reuniones públicas.
12. Prohibición de practicar deportes o entrar en un centro o club deportivo.
13. Prohibición de reunirse con motivo de festividades como el Eid (fiesta del Sacrificio) o con propósitos recreativos.
14. Prohibición de asomarse a los balcones de sus pisos o casas.
15. Prohibición del acceso a los baños públicos.
16. Prohibición a las mujeres y a los hombres de viajar en el mismo autobús.
17. Prohibición de imágenes de mujeres impresas en revistas y libros, o colgadas en los muros de casas y tiendas.
18, 19... Prohibición, prohibición...
Esclavas o inmoladas.
¿Qué va a ser de ellas?
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