Barcelonistas contra españolistas, aficionados de Manel contra los de Estopa, sabadellenses y terrasenses, Llach o Serrat, Nyerros o Cadells como ejemplo de antes... Cataluña es un país de odios viscerales e irreconciliables. Las rencillas entre ERC y Juntsxcat, no son nuevas, van en el ADN de los catalanes. Desde los inicios como país, Cataluña ya muestra la obsesión de las particiones, de las divisiones. Decía Josep Pla: "Este es un país de la cordura que no se tiene nunca. Me pregunto si nuestro juicio no es la forma larvada de la guerra civil en tiempo de paz. "
El escritor Josep Valls Grau reflexiona sobre cómo los catalanes desde Wifredo el Velloso hasta Josep Pla, nos hemos dedicando al deporte nacional, pelearnos entre nosotros. El artículo es un poco largo, pero vale la pena para entender qué tipo de país somos. Olvídense del juicio, somos un país de locura, más cainitas que los cainitas.
En todos estos meses que los catalanes nos encontramos inmersos en eso que se ha dado en llamar "el procés", tal como seguramente ha pasado a bastante más gente, me he sentido alternativamente animado y decepcionado, desengañado y esperanzado, sin poder encontrar un equilibrio de continuación que me permitiera mantener sereno el ánimo y fresco la cabeza. He cavilado (y aún cavilo) donde debe radicar la causa de estas evidentes carencias de entendimiento, de este cribado casi diario de posiciones, de ideas nuevas y pactos antinómicos, de roturas, retranqueos y piruetas en ojos cerrados. Y he pensado muy seriamente si quizás no hacemos otra cosa que seguir una larga tradición, un hilo histórico que este nuestro país ha ido desgranando a lo largo de los siglos, prácticamente desde el mismo nacimiento de Cataluña como nación. Y es que en el gran y fabuloso circo de la historia, más que hacer equilibrios pasando la cuerda floja, hemos hecho zambullidas, volteretas y saltos mortales al vacío.
Desde los inicios como país, y a partir de la muerte de Guifré el Pilós (ca. 840-897), de quien se dice que tenía pelo incluso en la planta de los pies, Catalunya ya muestra la obsesión de las particiones, de las divisiones. Dicho Guifré separa la Cerdanya de l'Urgell, que sin embargo había recibido unidas. Berenguer Ramón el Curvo, además de dividir, disgrega parte del condado de Barcelona con capitalidad en Olèrdola. Después se produce la separación de los condados de Besalú y de Cerdanya, de Ampurias y del Rosellón, del Pallars Jussà y el Pallars Sobirà. En pleno siglo XV, Alfonso el Magnánimo, con 20 años de luchas en la espalda para conquistar el reino de Nápoles, lo separa del reino de las Dos Sicilias y en su testamento se lo da a un hijo bastardo. Nuestro gran rey Conquistador fue también nuestro máximo divisor: a cada hijo que paría Violante de Hungría (parió siete u ocho), nuevo reparto entre más grupos. El mismo Jaume I explica en su Crónica que por motivos de una águila de caza se hicieron la guerra entre ellos. Este gran personaje es llamado "el vencedor de tres reyes, vencido por muchas mujeres", y es que, después de la muerte de Violante, se lanzó a una carrera de amoríos. "El santo rey en Jaume" -como lo llamaban después-, fue excomulgado dos veces, una de ellas por haber hecho cortar la lengua al obispo de Girona, Berenguer de Castellbisbal.
El 1438 estuvieran en armas el abad de Montserrat y la abadesa de Pedralbes, y no es pura anécdota la rivalidad entre los enterrados en Poblet y los enterrados en Santes Creus: Pedro el Ceremonioso dicta una disposición recomendando a sus vasallos que no juren fidelidad a sus sucesores, si antes no hacen la promesa solemne de querer ser sepultados en el monasterio de Santa María de Poblet.
La expedición catalana a Oriente que tanto nos eriza por las hazañas llevadas a cabo, se fue al carajo por la rivalidad entre sus caudillos más conspicuos: el gran duque Berenguer de Entenza, el senescal Bernat de Rocafort y el almirante Ferran Ximenis de Arenoso. Lo canta Joan Maragall:
"Entre ellos harán la guerra / si con otros no la hacen..."
El historiador J.H. Elliott, uno de los hispanistas más reconocidos internacionalmente, en su minucioso estudio sobre la revuelta catalana de 1640, la guerra de Separación, concluye: "Por sus divisiones internas, Cataluña se destruyó ella sola. La revolución portuguesa tuvo éxito principalmente porque la clase dirigente del país demostró estar bien unida al momento de la gran decisión. Pero la clase dirigente catalana no estaba lo más mínimo unida."
Nuestro primer rey Pedro, a pesar de decirse el Católico y hacer acto de vasallaje personal al papa de Roma, fue excomulgado. Fastuoso, gamberro, galante, pródigo y mujeriego, una crónica dice que "se perdió por su locura". Pedro el Grande, que tato atacó a los franceses en el coll de Panissars, era un fratricida, trovador, bandolero y "calentado de buena caballería". "La sangre le hervía", dice el cronista Ramon Muntaner, que también explica que, pese a estar excomulgado, murió como un angelito: "... así dulcemente como si fuera un chiquillo; y fuese con los ángeles en paraíso. " Jaime II el Justo, una especie de maestro de claudicaciones y rectificaciones, fue un juguete de su suegro Sancho IV de Castilla y de otras potencias, incluso del reyezuelo de Chipre. El último Pedro, hijo de padre y madre catalanes, fue orador, cronista y poeta. Es otro rey irascible, cruel, déspota y falso, llamado "el del Puñalito" no por ningún crimen político sino por haber rasgado con el puñal los privilegios de la Unión Aragonesa con tanta rabia que se hirió la mano. En Valencia quiso quemar, destruir y "arar de sal" la ciudad. Su sucesor Juan I era supersticioso, protector de alquimistas, nigromantes, astrólogos y hechiceros. Y finalmente, donde es la cordura, la continuidad y la medida de Martín el Humano, el obseso de las tres misas diarias a quien llamaban "el Eclesiástico", perezoso de cabalgar y "poco amigo de salir de su cuarto" , una especie de monje con corona real que murió sin haber querido designar nunca su sucesor?
Cuando, en 1714, Barcelona lucha encarnizadamente contra los borbónicos, no luchan las comarcas. Y cuando cinco años después, en 1719, luchan las comarcas (sitio de la Seo de Urgel, asedio de Roses, guerra de la Triple Alianza), Barcelona se queda quieta. El campo era carlista cuando la ciudad era progresista y más tarde, cuando el campo es liberal, la burguesía urbana es retardataria. El historiador Rodolf Llorens, exiliado en Venezuela por culpa de la Guerra Civil, escribe: "¿Cuál puede ser la continuidad de un país donde los condes empiezan por llamarse uno Berenguer Ramon y el otro Ramon Berenguer?"
Y más luchas tribales y discordias internas: división entre Cataluña Nueva y Cataluña Vieja, entre artesanos y patricios, entre nyerros y cadells, la Viga y la Busca, austracistas y botiflers, afrancesados y insurrectos, liberales y absolutistas, isabelinos y carlistas, tradicionalistas y progresistas, unitarios y federales. Hasta en relación con la Exposición Universal de 1888, los catalanes estuvieron fuertemente divididos en pro y en contra. Después, grandes disputas entre germanófilos y aliadófilos. Y a título personal, Piferrer contra Cortada, Bofarull contra Aguiló, Almirall contra Guimerà, Alcover contra Fabra, Rovira y Virgili contra Vicens Vives... La primera Academia de la Lengua Catalana (1880) no llegó a constituirse porque, al inicio del inicio, para definir el conjunto de las 26 letras no se pusieron de acuerdo sobre si debía decir abecedario o mantillas (beceroles). El Congreso de Juristas de 1881 para la codificación del derecho civil catalán acabó como el rosario de la aurora. En 1888 se celebraron dos Juegos Florales: los oficiales y los disidentes, y hasta se escindió la Cobla de Pep Ventura después de varias deserciones y cambios de nombre: "Cobla-Orquesta Erato", "Cobla de Pep" y "Cobla del Hijo de Pep". Tenemos las dos Catalunyas del siglo XIX, la de los jocfloralescos y la de los chabacanos, la de los distinguidos y la popular, la montserratina y la bullanguera, la patronal y el obrerista, la de los Virolai y la de los tacos.
Santiago Sobrequés, al hablar de Jofre de Rocabertí, señor de Peralada, escribe: "Padres contra hijos, hermanos contra hermanos, suegros contra yernos, prelados contra prelados, canónigos contra canónigos. Los Cruces de Peratallada contra los Cruces de Llagostera. Dalmau de Queralt contra Baltasar de Queralt, el vizconde de Rocabertí contra todas las ramas menores de su linaje. "
Nuestra peripecia histórica puede ser heroica y gloriosa, pero parece que no podemos calificarla de sensata y/o unitaria. De modo que, aquel refrán castellano (precisamente castellano!) Que dice "Divide y vencerás", los catalanes quizá deberíamos traducir así: "Separa, y perderás"
Leyendo y meditando sobre nuestra historia como pueblo, parece como si sólo supiéramos (y todavía muy poco) la parte más bonita, excelsa y ejemplar, dejando de lado mezquindades bien reales, fallos evidentes, como si de un libro leyéramos sólo algunas páginas. Por eso se me ocurre lo que explican de un farmacéutico de Palafrugell, que tenía la costumbre de leer en la cama, acostado y tumbado hacia un lado. La posición hacía que le fuera muy bien leer una página, pero la otra no. Leía sólo una, la otra se la imaginaba, y giraba hoja.
Y ahora que evoco Palafrugell, devoto como soy y me siento del gran Josep Pla, es leyéndolo que me puedo hacer una idea general de todo el asunto: "Este es un país de la cordura (seny)que no se tiene nunca. Me pregunto si nuestro juicio no es la forma larvada de la guerra civil en tiempo de paz. La quincallería del Palau de la Música, el hinduismo del templo de la Sagrada Familia, el Salón de San Juan, las farolas del paseo de Gracia, las torres de los alrededores barceloneses, la bomba del Liceo, son cosas que hacen dudar de nuestro cordura. Cuando nuestros artistas han pasado fronteras y se han destacado más o menos, no ha sido nunca por razones derivadas del tan mencionado seny (cordura), sino por razones que no tienen nada que ver." - JOSEP VALLES - DEL PILÓS A JOSEP PLA.
Ni más ni menos que el enfrentamiento eterno entre las dos Españas.
ResponderEliminarUn saludo.
Como digo yo, la diferencia entre un español y un catalán, es que no hay ninguna diferencia, venimos de los mismos errores del pasado, que seguimos repitiendo com ahínco. Dicen que la historia se repite, sólo que primero es una tragedia y cuando se repite es una comedia o en nuestro caso, un sainete.
ResponderEliminarSaludos