OPINO, LUEGO EXISTO




Quizá por esa nueva creencia de que "si no opino, no existo", las redes sociales han propiciado que aquel extraño hábito de opinar sobre lo desconocido sea el más habitual. Nos gusta decir la nuestra, poner cucharada, hacernos un poco los expertos. Pero por qué lo hacemos? Para llamar la atención? Para hacernos más interesantes? O quizás simplemente, porque nos encanta tener la razón? Parece que opinar nos hace sentir bien. Hablar de lo que deberían hacer los otros, aún más. En parte, porque evita hablar de nosotros mismos. Es una manera de esquivar el propio juicio.

Opinar y hacer crítica (de fútbol, ​​de política ...) es fácil y cómodo. Porque difícilmente se dará la circunstancia donde se nos obligue a poner en práctica nuestra experiencia. Y eso nos libera. Hablar a partir del desconocimiento tiene mérito. Implica otra dosis de seguridad en uno mismo. Sobre todo cuando se hace con contundencia y seguridad. ¿Qué estrategias tenemos para hacernos los expertos?

Podemos apropiarnos de la opinión de otro. Es decir, de alguien que tiene autoridad en la materia. Esto es muy efectivo, sobre todo si no nos hacen preguntas que se escapen del discurso aprendido. Hablar de lo que la mayoría de gente desconoce. Difícilmente seremos descubiertos para que los demás no saben de qué estamos hablando. Este mismo texto que está leyendo, lo he copiado íntegro de aquí. Como decia Fuster, mejor copiar o plagiar cosas sensatas que escribir tonterias propias.
Generalizar y tirar de tópicos. A partir de un caso o de un hecho concreto conocido, lo generalizamos a todo lo demás. Aprendernos vocabulario técnico específico. Un ejemplo clásico es el del mundo del vino (crianza, olor a madera, sabor afrutado...). O en el submundo de los tertulianos: ha venido para quedarse, no soy un experto, però... y con la pandemia: al terminar esto saldremos mejores, ya habrá tiempo para hacer oposición, la vuelta será escalonada, las crisis generan oportunidades, etc,
Hay un fenómeno, llamado efecto Dunning-Krugger que consiste en un sesgo cognitivo que provoca que las personas menos competentes en un determinado campo sobreestimar sus habilidades y que aquellos más competentes las subestimen. Es decir, la incompetencia impide darse cuenta de la ausencia de una habilidad en un mismo tiempo de no ser capaz de reconocerse en los demás.
Los políticos suelen citar a menudo poetas y frases concretas de estos: todo está por hacer y todo es posible, con la sonrisa la revuelta, o a 'obaya dels mots'. Se podrían resumir en: seguimos sin hacer nada, o sea que todo está por hacer y tenemos la casa muy desordenada. Hemos perdido la sonrisa y no hemos hecho la revuelta, y la Obaya dels mots descubrimos que Aznar no sólo no hablaba catalán en la intimidad, sino que ni siquiera era capaz de pronunciar bien una parte de un poema. No sé si Espriu y Martí i Pol cobran derechos de autor cada vez que estos políticos los citan....

2 comentarios:

  1. Tiene su lado bueno y su lado malo. Cualquier indocumentado semianalfabeto cuestiona lo que dice gente preparada y con talento, de tú a tú.
    Saludos.

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  2. Si solo cuestionaran, pero encima el insulto y la descalificación van de añadido

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