Tengo tendencias suicidas, lo reconozco, y no es de ahora, ya las tenia de joven incluso de adolescente, me digo que se trata de vértigo, però no creo que sea este el origen de la anomalía. Me és dificil pasar al lado de un puente, un barranco o cualquier lugar en el que haya un importante desnivel, sin pensar en la idea de lanzarme al vacio. Me gustaria volar como un pájaro, marchar muy lejos, evadirme de todo hasta que las alas dijeran basta y entonces agotado caer en en un abismo profundo, infinito. Decia Pep Ribal que en este aforismo reflejaba mis tendencias suicidas. Aunque como suele suceder esto le debe pasar a otros sin necesidad real de pretender necesitar suicidarse. Mejor que teorice Cioran sobre el suicidio, el, que fué el gran apologista aunque nunca lo llevo a la pràctica.
"¡Qué cobardes son quienes piensan que el suicidio es una afirmación de la vida! Para compensar su falta de valor, inventan toda clase de razones que supuestamente justifican su impotencia. A decir verdad, no existe una voluntad o una decisión racional de suicidarse, sino únicamente causas viscerales e íntimas que nos predestinan a ello. Los suicidas tienen una predisposición patológica hacia la muerte, a la cual resisten en realidad, pero que no pueden suprimir. La vida en ellos ha alcanzado un desequilibrio tal que ningún motivo racional puede ya consolidarla. Ningún suicidio es causado únicamente por una reflexión sobre la inutilidad del mundo o sobre la nada de la vida. A quien me ponga el ejemplo de aquellos antiguos sabios que se suicidaban en soledad, responderé que habían liquidado en sí mismos la mínima parcela de vida, que habían destruido toda alegría de existir y suprimido toda tentación.
Reflexionar durante mucho tiempo sobre la muerte o sobre otras cuestiones angustiosas inflige a la vida una herida más o menos decisiva, si bien es verdad que esa clase de tormentos no pueden afectar más que a las personas ya heridas. Los seres humanos no se suicidan nunca por razones exteriores, sino a causa de un desequilibrio interno, orgánico. Los mismos acontecimientos dejan a unos indiferentes, marcan a otros e incitan a otros al suicidio. Para llegar a la obsesión del suicidio hacen falta tantos tormentos, tantos suplicios, un desmoronamiento de las barreras interiores tan violento, que la vida no es tras ello más que una agitación siniestra, un vértigo, un torbellino trágico.
¿Cómo podría ser el suicidio una afirmación de la vida? Suele decirse que es provocado por decepciones, lo cual equivale a decir que se desea la vida y que se espera de ella más de lo que puede dar. ¡Qué falsa dialéctica —como si el suicidado no hubiese vivido antes de morir, como si no hubiera tenido ambiciones, esperanzas, dolores o conocido la desesperación! Lo importante en el suicidio es el hecho de no poder vivir ya, el cual proviene no de un capricho sino de una terrible tragedia interior.
¿Y hay quien piensa que no poder ya vivir es afirmar la propia vida? Me extraña que se busque una jerarquía de suicidios: nada es más estúpido que desear clasificarlos según la nobleza o la vulgaridad desus causas. ¿No es lo suficientemente impresionante en sí el hecho de quitarse la vida para que se anden buscando motivos? Siento el mayor de los desprecios por quienes se burlan del suicidio por amor, pues son incapaces de comprender que un amor irrealizable representa, para el amante, una imposibilidad de definirse, una pérdida integral de su ser. Un amor total insatisfecho conduce inevitablemente al hundimiento. Sólo admiro a dos categorías de personas: quienes pueden volverse locas en cualquier momento y quienes son capaces en cada instante de suicidarse. Únicamente ellos me impresionan, pues sólo ellos conocen grandes pasiones y experimentan grandes transfiguraciones. A quienes sienten la vida de una manera positiva, a aquellos seres para quienes cada instante es una certeza, que están encantados de su pasado, de su presente y de su futuro, sólo puedo estimarlos a secas. Únicamente quienes se hallan en contacto permanente con las realidades últimas me conmueven realmente. ¿Por qué yo no me suicido? Porque la muerte me repugna tanto como la vida. No tengo la mínima idea de por qué me encuentro en este mundo. Experimento en este momento una imperiosa necesidad de gritar, de dar un aullido que horrorice al universo. Siento que asciende en mí un fragor sin precedentes y me pregunto por qué no estalla para aniquilar a este mundo, que yo sepultaría con mi nada. Me considero el ser más terrible que haya existido nunca en la historia, un salvaje apocalíptico repleto de llamas y de tinieblas. Soy una fiera de sonrisa grotesca que se contrae y se dilata infinitamente, que muere y crece al mismo tiempo, exaltada entre la esperanza de la nada y la desesperación del todo, alimentada con fragancias y venenos, abrasada por el amor y el odio, aniquilada por las luces y las sombras. Mi símbolo es la muerte de la luz y la llama de la muerte. En mí todo destello se apaga para resucitar convertido en trueno y relámpago. ¿Acaso no arden hasta las tinieblas dentro de mí?"
2 Comentarios
No tengo miedo a la muerte, pero sí al dolor. Quizá por eso nunca me atreví a dar el paso. Seguiremos soportando esto sobre nuestras espaldas.
ResponderEliminarUn saludo.
Es por eso que creo que hay que ser muy valiente para suicidarse, y a la vez irresponsable por todo lo que se deja colgado atrás. De hecho, ante problemas serios es la solución más fàcil y que los arreglen los que se quedan.
EliminarSaludos.