El Ministerio de Consumo, liderado por Alberto Garzón, ha anunciado que prohibirá la publicidad dirigida al público infantil de dulces, helados y otros productos ricos en azúcares y grasas consideradas perjudiciales para la OMS. Esta prohibición afectará a publicidad de alimentos calóricos dirigidos a menores de 16 años en televisión, medios de comunicación en general y redes sociales. Una medida que se aprobará por un real decreto y que empezará a aplicarse a partir del 2022. Ante esta noticia leí un tuit en el que se pedía que ya puestos porqué no suprimían toda la publicidad de una vez. Craso error, me dije. Si suprimimos la publicidad se va todo al traste. Sería el Apocalipsis, el fin del mundo conocido.
La publicidad consiste en informarnos de la existencia de unas cosas que no necesitamos y que gracias a su persuasión e insistencia acabamos necesitando y por lo tanto, adquiriendo. Intento no comprar nada que sea publicitado, pero es muy dificil; Lo que si no hago caso ni pienso consumir, es algo que me entre en el ordenador sin mi permiso, o la molesta publicidad que aparece al consultar algún digital, que es como una mosca coJonera, por lo que cuesta de rechazar.
De hecho, sin la publicidad, nuestra sociedad volvería a la Edad Media, o casi, y no estoy diciendo ninguna tontería. Sólo hace falta darse cuenta de que, sin publicidad no habría deportes de élite como la Fórmula 1, Fútbol, Motos, Baloncesto, Tenis, atletismo, etc etc. Tampoco tendríamos diarios, ni de papel ni digitales, ni Televisión, apenas habría radios, salvo el estatal y alguna de ámbito local. Si realmente sobrevivía alguno de estos medios sería con dinero público y por lo tanto controlado por el aparato del Estado (más o menos como ahora). No veríamos nunca más la momia de Matías Prats haciendo anuncios socarrones de seguros, ni los tremendistas anuncios de Securitas Direct, Gaes desaparecería de nuestra vida, y muchos de los productos de consumo actuales desaparecerían al no poder hacer publicidad para venderse, y pese al ahorro no se yo si bajarían de precio los productos de consumo al ahorrarse los gastos de publicidad dado que se les reducirían las ventas y posiblemente aún debería aumentar su precio de venta al público. El paro aumentaría exponencialmente al dejarse de fabricar muchos productos y derrumbaría las economías emergentes asiáticas.
Tampoco tendríamos revistas del corazón, ni series de TV, ni nada de una enorme retahíla de cosas de las que disfrutamos ahora con naturalidad y de las que deberíamos acostumbrarnos a prescindir de ellas a la fuerza, aspecto que en muchos de los casos quizá debería considerarse, y a la larga no sería tan malo; al contrario, moraríamos eternamente en del Jardín de Epicuro.
Esta sociedad está edificada sobre unos pilares que la sostienen. Uno es el consumo. Que se convierta en compulsivo o no es cosa de educación.
ResponderEliminarSaludos.
Y és la publicidad la que incita a este consumo compulsivo, y reconozco que es dificil resistirse a esta incitación.
ResponderEliminarSalut.