Al hablar de las ofertas como ‘mandamientos de nuestro tiempo’, no hay que hacerse una idea demasiado exigua de su carácter de imperativos. Lo propiamente imperativo no se halla tan sólo en las frases declaradamente imperativas, en las estrepitosas órdenes de la publicidad –‘¡Compra tu ropa interior Mozart! ¡Cómprala ahora mismo! ¡Es un must!’-, a las que uno, en fin de cuentas, y con un poco de dominio de sí, puede todavía ofrecerles resistencia a pesar de todo, por más que lo traten ya anticipadamente de propietario; sino que lo imperativo está en la posesión de los productos mismos, cuyas órdenes, aunque silenciosas, efectivamente no admiten objeciones. Cada mercancía adquirida requiere, para seguir siendo utilizable o, por lo menos, para no quedar en seguida inservible (y también por razones de prestigio, esto es, para rodearse de objetos de su mismo rango), la compra de otras mercancías; cada mercancía tiene sed de otra o, mejor, de otras. Y cada una nos provoca también a nosotros la sed de otras: lo difícil no es comprar mercancías sino tenerlas; pues el propietario de la mercancía se ve obligado a hacer suya la sed que ésta padece (de jabón en copos o de gasolina), y por mucho que le cueste llenar las bocas acumuladoras de los objetos que se han convertido en su propiedad, no tiene más remedio que hacerse cargo de sus necesidades, y lo hace aún antes de saberlo. Gunther Anders. Encima, las ofertas que uno finalmente adquiere, llevan publicidad de la marca fabricante del producto que uno estúpidamente exhibe sin ningún pudor ni conciencia de ello. Recuerdo hace años a un señor que en un bar pidió una bebida que no se anunciara en ningún medio, la única que le pudieron ofrecer fué un licor de nombre "Cualquiercosa". Y es que los tiempos están cambiando, a peor; CC.OO. ofrece a sus afiliados una serie de descuentos en cirugía estética e implantes capilares. No son muy diferentes de los que ofrecen a sus socios muchos otros clubs de prestigio. El RACC, por ejemplo. O, sin ir más lejos, el Club Vanguardia. La diferencia es que estos clubs selectos se sitúan en el espectro capitalista y CC.OO. es un sindicato de clase, que fundaron dos partidos comunistas (PSUC y PCE) con la adhesión de diversas otras organizaciones obreras. Aunque me parece que de comunistas en España solo quedan en la mente de Pablo Casado y sus acólitos populares.
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