Año nuevo, bulo nuevo. Esta vez le ha tocado el turno a Alberto Garzón, a quien se quiere presentar como un enemigo del sector ganadero en su conjunto. En su entrevista a The Guardian, defendía sin embargo a capa y espada una ganadería extensiva y sostenible.

Al igual que a la derecha PP y VOX les importa un bledo la ganadería y los ganaderos y a Garzón si, todo este asunto se ha activado simplemente porque se avecinan las elecciones en Castilla y León y aquí ha aparecido lo peor, el más mezquino y miserable de la clase política y no sólo a la derecha, también el PSOE, o al menos gran parte del mismo se han unido contra Garzón, sólo por intereses políticos, es decir que son igual de mezquinos y miserables que otros. Esta actitud, no debería sorprendernos de Garcia Page o Lamban, estos dos son infiltrados del Pp en el PSOE, y su mezquindad y miseria ética y moral no es sobrevenida, ya viene de origen y es irreversible, pero el resto de miembros del PSoE , que criticaron a Garzón se pusieron a su misma altura. Claro que alguien debería haber avisado al Ministro Garzón que en política jamás de los jamases hay que decir lo que se piensa y menos la verdad, aunque sea empírica como es el caso de la ganadería de sobreexplotación.

GARZÓN SE QUEDA MUY CORTO

Al miembro de la generación Z de casa no le gustaba la carne. Hay niños que son así, que es necesario saber latín para que coman. Tampoco le gustaban el pescado, la verdura, la... pero era la carne lo que me preocupaba. "No crecerá", gritaba desesperada. La abuela, con el estoicismo de quien ha pasado una guerra, me decía: “Dale garbanzos”. Y así se alimentó, de una bechamel, como decíamos para embaucarlo, hecha de puré de garbanzos con queso y sopa de la abuela. Y creció y creció y un día descubrió la hamburguesa y fue como los demás, pero siguió tragando garbanzos. Bueno para él, bueno para el medio ambiente, bueno para todos.

No miremos arriba sino abajo, en las macrogranjas, el cometa está en casa

“Si seguimos comiendo carne como hasta ahora, necesitaremos el agua de otros ocho planetas”, decía hace unos años la filósofa francesa Corine Pelluchon en un libreto de apenas un centenar de páginas en el que proponía fórmulas para esta transición verde que no será de postal. Quizá Alberto Garzón le ha leído, o quizás no, el Manifiesto animalista (Rosa dels Vents), pero si lo ha leído no le ha sacado suficiente provecho. Es evidente que tiene razón en sus premisas, y todavía se queda corto, pero las buenas intenciones no sirven de mucho si se quedan en intenciones. Las macrogranjas de la ganadería industrial son un horror insostenible desde todos los puntos de vista, también moral, pero hoy no vamos a entrar. La cuestión es que queremos comer carne todos los días. ¿Es necesario? No. La cuestión es que hay que comer menos carne, menos días y de mayor calidad. ¿Estamos apostando por eso? No. La cuestión es que se podrían hacer muchas más cosas, por ejemplo, fomentar la ganadería extensiva, la que sí ancla a las personas en el territorio. ¿Lo hacemos? No. Si ha contestado negativamente a las tres preguntas es que muy bla bla bla pero poca sustancia. Y al menos Garzón ha tenido la valentía de hablar de la cuestión, porque convertirlo como están haciendo otros en batalla política es cómo querer extraer los minerales de ese cometa que ya tenemos en casa. Pelluchon proponía dos cosas: formación y ayudas, muchas ayudas, para suavizar esta transición imprescindible, de otro modo los más perjudicados, que siempre son las clases populares, la rechazarán. Y para eso están los gobiernos, ¿verdad? - Garzón se queda muy corto. - Isabel Gómez Melenchón.


Yo con Garzón, Macrogranjas NO!