NOSOTROS, LOS BÁRBAROS
27.2.22
Nos pasamos la vida temerosos de la inminente llegada de bárbaros que nunca llegan, y acabamos preguntándonos qué será de nosotros en caso de que ni siquiera existieran. Los griegos de la antigüedad tildaban de bárbaro a todo aquel que no pertenecía a su civilización, incluidos los exquisitos y aguerridos persas. Pero lejos de morir con ellos ante el empuje de Roma, una actitud supremacista como ésta se ha ido pasando de generación en generación hasta alcanzar la nuestra. Continuamos despreciando al extraño, al forastero, al extranjero, al inmigrante, al diferente, al otro, al cateto del pueblo de al lado. No nos damos cuenta de que para el otro, para los demás, el bárbaro somos nosotros, aunque seamos incapaces de aceptarlo.
El escritor belga Henri Michaux, viajó por varios países asiáticos, empapándose por el camino de su cultura y costumbres, lo que le llevó a escribir Un bárbaro en Asia, un fascinante libro sobre su periplo asiático, cuya primera edición fue traducida al español por Jorge Luis Borges. Como indica el título de la obra, Michaux se dio cuenta de que, al moverse por las civilizaciones orientales, el verdadero bárbaro era él, y no sólo porque era belga. Michaux se plantea una pregunta al final del libro, a la vista de nuestra cada vez más precaria y amenazadora actualidad tan parecida a la de los primeros años treinta, ya la que nosotros deberíamos contestar:
"¿Habrá una guerra? Miraos, europeos, miraos. Nada en vuestra cara es plácido. Todo es lucha, deseo, avidez. Incluso la paz la queréis violentamente".
Como observaba Kavafis, nos pasamos la vida temerosos ante la inminente llegada de unos bárbaros que nunca llegan, y acabamos preguntándonos qué será de nosotros en caso de que ni tan siquiera existieran, y todo para concluir: Quizás ellos serían una solución, después de todo. El problema radica en que los bárbaros somos nosotros, aunque persistamos en ignorarlo.
La hipocresia del No a la Guerra, llega tarde...
Publicar un comentario