'CALL TO RUSSIA'


Mural "No a la guerra" de Maximiliano Bagnasco, en Buenos Aires, inspirado en una de las fotos convertidas en icónicas y que la propaganda rusa intenta desacreditar. - Àlex Gutiérrez - ara.cat. 

Desde hace tres días, cuando Tomas sale de su trabajo en una agencia de publicidad lituana se va a casa y llama a rusos al azar. Trato de hacerles ver que la información que probablemente tienen sobre la guerra en Ucrania está basada en un relato fantasioso, impuesto férreamente por Putin a los medios de comunicación del país. Les recomienda que llamen a familiares o amigos que tengan en Kiiv, en Lviv, en las ciudades atacadas. La mayoría no quieren escucharle. Una señora mayor le amenazó con llamar a la policía. Los pocos que expresan reservas con la invasión lo hacen con el miedo a quien teme que está diciendo alguna inconveniencia en una sociedad altamente vigilada.

Tomas es uno de los miles de voluntarios que se han apuntado a la iniciativa Call to Russia. Una web les proporciona números de teléfonos de pago de ciudadanos particulares rusos y a través de llamadas de WhatsApp intentan ganar de individuo en individuo la batalla del relato sobre el conflicto en Ucrania. O, al menos, depositar la semilla de la duda. "Lo habitual es chocar con alguien que repite con todo detalle los argumentos que hace circular el Kremlin –explica a ARA Tomas, de 38 años–. Con estos es imposible razonar. Como mucho les dejo con una pregunta  ¿si Putin es el gran liberador, por qué los ucranianos que huyen están yendo masivamente a Polonia y no a Rusia?".

De vez en cuando alguien sí acepta el diálogo. "Suelen ser personas que, por principio, están en contra de la guerra, aunque creen que pese a todo Rusia está haciendo lo que le corresponde, porque han comprado también el argumento propagandístico de la nazificación". El grupo más interesante, para Tomas, son los que admiten que la guerra carece de justificación, pero se declaran incapaces de hacer nada. "No les pido que se manifiesten, porque sabemos que podrían acabar detenidos fácilmente. Pero sí consideren cómo pueden compartir su punto de vista".

Los voluntarios como Tomas pueden dejar feedback en la misma web que gestiona la iniciativa. Según explicaba a este diario un portavoz de Call to Russia, en estos primeros días se ha logrado llamar a unas 2.000 personas por hora. Y hasta 7.694 voluntarios han dejado un informe sobre cómo les ha ido. Un tercio de las llamadas no llegan a contestarse. Un 19% dicen haberse equivocado de número. Pero en un 25% de los casos se establece un diálogo. "Debemos recordar que se trata de conversaciones increíblemente difíciles, teniendo en cuenta la propaganda masiva y la represión a la que están sujetos los rusos. Por eso pensamos que las conversaciones personales, aunque sea picando a puerta fría, son la única manera de esparcir la verdad por el país", declaraba el representante de esta iniciativa, que aceptó hablar bajo condición de anonimato.

Call to Russia es sólo un ejemplo de cómo esta guerra se entrega al frente, pero también en la trinchera de la información e, inevitablemente, de la desinformación. El jueves una fotografía de AP sobre el bombardeo de una maternidad en Mariúpol se abría paso en las portadas de la inmensa mayoría de periódicos de Occidente. No en Rusia, donde las primeras páginas del día mostraban asépticas imágenes de burócratas. Y los propagandistas de Putin se apresuraban a negar el ataque al hospital ucraniano. El embajador ruso en Reino Unido, por ejemplo, aseguraba que la imagen era una fabricación protagonizada por una instagramer, descalificaba al fotógrafo tildándolo de "propagandista" y afirmaba que el hospital hacía tiempo que no estaba operativo y que se había convertido en una base para el Batallón Azov, un grupo paramilitar neonazi. Twitter borró el mensaje del diplomático, pero la negación del incidente es la única narrativa permitida en un país en el que el gobierno niega incluso la existencia de una guerra ya que, según su relato, sólo están practicando una "operación militar especial".

En medio de esta guerra de intoxicaciones informativas, pero también de negación de la realidad palmaria, el periodismo juega un papel clave para distinguir los hechos de las fake news. Y adquiere especial relevancia el papel de los verificadores. La agencia Efe tiene un departamento especializado en distinguir el grano de la paja infoxicadora, dirigido por la periodista Desirée García. En el caso de la fotografía de Mariúpol, Efe Verifica ha comprobado que el hospital comprobó que el hospital fue efectivamente bombardeado por efectivos rusos. Y, además, ha comprobado –a través de la ONU– que el centro estaba en funcionamiento en el momento de ser atacado. A menudo las intoxicaciones rusas toman forma de (falsas) verificaciones:plantean una teoría conspirativa y espolean al lector a "pensar por sí mismo". Es decir, le hacen dudar por sistema. "La propia cuenta de la embajada rusa en Twitter difunde publicaciones que simulan verificaciones y que en realidad incorporan falsedades", explica a ARA García. Además de Twitter y Facebook, Rusia está utilizando plataformas de mensajería cerrada, como Telegram, para enviar propaganda directa a contactos en medios de comunicación occidentales.

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Comentarios

  1. Ayer día 13, saliendo de un supermercado, en una esquina dos coches: el mío y el de una pareja joven. Él, cargando el maletero con las cosas del carrito, un hombre fuerte y alto con un mono que parecía uniforme militar de campaña. Nadie más en aquel lugar. Antes de entrar en su coche y arrancar, mirándome con aire desafiante va y suelta: ¡Viva Rusia! Yo, cara de póker. Paso de provocaciones. Así está el panorama.
    Un saludo.

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  2. Fuerte alto y con uniforme de Campaña. La cara de poker es lo más sensaTo, e incluso se podría contestar al ¡Viva Rusia!, con un ¡VIVA! por si acaso.

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