En la tragedia de la invasión de Ucrania por parte de Putin, se ha producido un trato a los refugiados ucranianos que por contraste con cono se acogían otros refugiados anteriores, ha llamado la atención. Billetes de tren gratuitos, escolarización inmediata de los niños, pleno acceso al sistema sanitario ya las prestaciones sociales, permiso de trabajo: de Polonia a Hungría pasando por Francia, España, Suiza o Dinamarca, los gobiernos no escatiman medios para acoger dignamente a los refugiados ucranianos. Y nadie se ofende, ni siquiera a los partidos que normalmente defienden la inmigración cero.
La comparación con el trato dispensado a los refugiados en los campos de concentración de Grecia, es sangrienta. Quizás la más macabra sea la de Moria: no muy lejos de Ucrania, en la isla griega de Lesbos, se han amontonado durante años miles de refugiados sirios, afganos y otras nacionalidades en el campo de Moria. Òscar Camps, fundador de Open Arms, describe así aquel lugar dantesco: “Moria es horrible. Imagínese cuando tienes 20.000 personas viviendo en un campo habilitado para tres o cuatro mil, con un aseo por cada 250 personas-. Creo que existe un doctor, que es de Médicos sin Fronteras, por cada mil o dos mil personas. La situación es extrema: hay suicidios, agresiones, se ha incendiado el campo, hay muertes cada vez que se produce un alboroto…”. Y se pregunta: “¿Con qué objetivo tenemos retenidos allí? ¿Con el objetivo de la deportación? ¿Con el objetivo de que vayan muriendo poco a poco? Moria es un campo de exterminio”.
Moria sufrió en el 2020 un terrible incendio. No hemos vuelto a saber nada de sus habitantes, olvidados por completo por los medios, centrados hoy únicamente en otros refugiados, más afortunados. ¿Tienen los ucranianos la menor culpa de esto? En absoluto. Los ucranianos son las víctimas, y merecen, por tanto, ser recibidos con los brazos abiertos. Pero hasta que la acogida no dependa del color de la piel, la religión o los intereses geopolíticos del momento, tal vez no seremos dignos de decirnos humanos. El rasgarse las vestiduras de la Comunidad europea, aunque sea justificado, tendrá el regusto amargo de la hipocresía. No entiendo cómo no se moviliza la gente para exigir que se resuelva el problema de los refugiados de segunda en Grecia. ¿Dónde están los de queremos acoger? (volem acollir) ¿Y los valores europeos?. Todo es mentira, mera hipocresía, todo es una mierda, el mundo entero es una mierda. ¡Que vengan los bárbaros de una puñetera vez, que vengan ya!
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