EL FUTBOLISTA HOMOSEXUAL


Jake Daniels tiene 17 años, es futbolista profesional, juega en el Blackpool, segunda división inglesa, y se ha declarado homosexual, lo que le convierte en el único futbolista en activo que divulga tal condición. Por las razones que sean, el fútbol sigue siendo un reducto singular en el ámbito del deporte porque si lo practican homosexuales –cabe suponer–, prefieren acogerse al derecho del silencio, que ampara a todos. - Joaquin Luna - lavanguardia.com

El caso evoca, inevitablemente, la figura de otro inglés, Justin Fashanu, que se avanzó a los tiempos y se declaró gay allá por los noventa. Demasiado pronto: los públicos se cebaban, los compañeros le mortificaban –dentro y fuera del terreno de juego– y el cóctel resultó fatídico porque Fashanu se quitó la vida. Años, por ejemplo, de tragedias espantosas en los estadios, donde las aficiones eran capaces de provocar avalanchas mortales y las vallas parecían imprescindibles. El fútbol parecía excluido de la civilización...

Lo singular de la “confesión” es que Daniels se dice preparado para que el público le insulte porque “ellos pagan una entrada por verme y yo me gano la vida jugando”. El enfoque es de una coherencia encomiable, más allá de las normas de convivencia que rigen en los estadios: el público no puede ser el último mono del espectáculo, en el que cada vez pinta menos.

Uno tiene presente la evolución del fútbol en los últimos cincuenta años. ¡Menuda evolución! Los públicos aprovechaban cualquier debilidad, defecto físico o vulnerabilidad en un futbolista, árbitro o juez de línea para entrar a matar sin contemplaciones. Y si el acoso no afectaba a la “víctima”, siempre quedaba el recurso de apelar a la madre, la novia o la esposa del agraciado. Todo valía –y formaba parte del espectáculo– para desestabilizar, hundir en la miseria o acogotar a un contrincante o la tripleta arbitral. Jake Daniels puede estar hoy tranquilo y ser lo que le dé la gana, contarlo o no. De la misma forma que en los campos de dios hay mujeres que arbitran partidos de hombres y nadie grita aquello de “mujer tenías que ser!”, una frase tópica muy del siglo XX (y de las más suaves). También es cierto que después de la pandemia el tipo de público que va al campo ha cambiado, hay más juventud, y se nota. Soy de los que se sorprenden de que la sexualidad –la que sea– pueda considerarse tabú. ¿Ha dejado de ser el fútbol un “deporte viril”? Lo dudo. Y no veo por qué un homosexual no puede practicar lo que se etiqueta como “fútbol viril”, que incluye entrega, espíritu de lucha y soltar alguna que otra patada al rival. De la misma forma que los estadios no necesitan vallas ni rejas, los futbolistas pueden declararse gays y las futbolistas lesbianas. Tampoco es obligatorio. En el fondo, a nadie le importa mucho. He aquí el progreso. Aunque no se yo si se daba este caso en España, como reaccionaria el público de más de un estadio.  En principio algun arbitro ha salido confesando su homosexualidad, y algunas lesbianas en el futbol femenino lo han hecho también, aunque en el fondo lo que deberíamos preguntarnos es porque un/una profesional en este caso del futbol deba declarar su orientación sexual, a no ser que seamos excesivamente puritanos y primitivos, porqué en el fondo que carajo nos debería importar.


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