El primer cuento de hadas del fútbol europeo –una pequeña joya literaria checa de 1922 traducida por primera vez al castellano– retrata un Barça de instintos casi asesinos. ¿Y si la realidad fue justo al revés?. Es un hiriente golazo al Fútbol Club Barcelona por toda la escuadra literaria. Escrito en 1922 por el periodista, actor y cantante checo Eduard Bass, El equipo Chascadientes es el primer cuento de hadas del futbol europeo. Un relato para niños y adultos, un canto mágico al esfuerzo honesto para alcanzar metas insospechadas. Una joya de la literatura checa que Sushi Books edita por primera vez al castellano.

Narra la historia de un campesino de Bohemia que se vende una cabra, compra dos balones, convierte a sus once hijos en un equipo de fútbol y lo peta. Con una pluma tierna e irónica, y agudas reflexiones sobre la monarquía o el alma del deporte, la novela empieza con los once jóvenes Chascadientes fulminando rápido a todas las divisiones del fútbol checoslovaco: marcan 122 goles sin encajar ninguno. 
El equipo inicia entonces la gira por una Europa que se rinde a sus piernas para, entre poéticas y fabulosas peripecias, acabar ganando el campeonato del mundo –¡ocho años antes de que existiera!– en la ciudad de Sidney, las antípodas de su cuna checoslovaca.

La novela describe a la directiva y jugadores culés gozando sádicamente al debatir cómo romperán el cuerpo de los checos
En la gira inicial, los Chascadientes se enfrentan a diecisiete grandes equipos europeos. Todos civilizados. Excepto el Barça, al que retrata con instintos casi asesinos. Divertida y punzante, la pequeña novela describe a la directiva y jugadores culés gozando sádicamente al debatir cómo romperán el cuerpo de los checos.

“Lo mejor será dejarlos fuera de combate desde el principio. Todavía no he visto a un mediocampista que salvase una situación con una costilla rota”, propone un jugador azulgrana.

“¡Bravo! –gritan los demás–. ¡Mejor les rompemos tres! ¡Por si las moscas!”.

Un jugador apuesta por machacar primero a los dos arietes y al mediocampista. Otro, por espachurrar a los dos laterales y a un defensa, o atacar al delantero, al mediocampista y al portero.

“Magnífico –gritan–. ¡Así podremos meterles todos los goles que queramos!”.

El presidente del club descarta la idea de lesionar a todos los checos porque, si no quedaba nadie enfrente, el Barça estaría siempre en fuera de juego [en esa época, si un jugador se lesionaba no podía ser sustituido], y optó por la propuesta de liquidar a los arietes y al mediocampista.

“Si no es suficiente –dice a sus jugadores–, os silbaré el himno nacional y acabaréis con los laterales y un defensa. Y si no bastase, romperemos la línea de centro, de acuerdo con la tercera propuesta”.

La ciudadanía es muy cómplice del crimen. “Al día siguiente –dice el narrador– toda Barcelona estaba al tanto y se apoderó de la ciudad una alegría enorme”.

Los periódicos publicaron las fotos de dos arietes y el mediocampista del Chascadientes “demostrando, basándose en datos históricos, políticos, biológicos y matemáticos, que se trataban de unos salvajes que Barcelona debía vigilar de cerca. En todas las barberías, tabernas y pastelerías, la gente se reía y marcaba cruces sobre las tres fotos, queriendo decir que ya estaban acabados para siempre”.

El viejo Chascadientes notó “algo hostil e insidioso” en el aire de Barcelona, y se llevó al campo “una maleta enorme que había comprado en Berlín, y cuyo contenido era un misterio para los chicos”.

Ante la “consternación” del Barça, los Chascadientes saltaron al campo enfundados –“para salvar la vida”– en armaduras de caucho hinchables. Con lanzamientos de balón largos por el efecto rebote y agotando a los azulgranas, ganaron por 31 a 0. Los sanitarios atendieron ese día a 275 culés víctimas de un patatús “por la rabia”.

Los Chascadientes saltan al campo protegidos contra el Barça  Ilustración original de Josef Capek para el libro de Eduard Bass.

¿Jugó limpio Eduard Bass –animador de cabarets en la Praga de entreguerras– con el Barça en su canto literario al juego limpio? El nuestro, de Cabaret, sospecha que fue justo al revés.

Cuando Bass escribía la novela, el Sparta de Praga inauguró el alucinante Estadi Català de Montjuïc con dos partidos contra el Barça, los días de Navidad y Sant Esteve de 1921. El Sparta llegó con mucha prensa checa, quizá el propio Bass, y con fama Chascadientes : había ganado 61 de los 62 partidos jugados esa temporada.

Era un gran amistoso, con la hinchada catalana geológicamente integrada en los precipicios de la Foixarda, pero el buen rollo se acabó tras el intercambio de las banderas de Catalunya y Checoslovaquia. Lo cuentan las crónicas de La Vanguardia y Mundo Deportivo.

“Los checos abusan del juego sucio, incurren en manos y el público empieza a chillar. Las artimañas deslucen su magnífico fútbol. (...) El juego se ensucia por momentos. (...) Insisten en sus agarrones, y los nuestros ahora contestan de la misma forma. (...) Emoción y violencia por ambas partes, especialmente por el Sparta”.

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Imagen del partido Barça-Sparta de 1921 en el Estadi Català  Archivo
“Alcántara [capitán del Barça] va a chutar, pero Kolenaty le atiza una zancadilla. Dejándose llevar por los nervios, Alcántara comete la acción reprobable de emprender a patadas contra Kolenaty y tiene que interrumpirse el juego otra vez”.

Harto de provocaciones, las patadas de Alcántara al checo refuerzan la sospecha de que esos dos partidos marcaron a Bass: en su obra, Alcántara es el jugador que lanza la primera idea de cómo herir a los checos y el único azulgrana que sale con su nombre.

La novela se recrea en él: “Alcántara estaba tan furioso que, sin ningún motivo, saltó con ambos pies sobre el pecho de Tonik”, y salió volando por el efecto rebote del caucho. “Hay frecuentes y fuertes encontronazos –relata la prensa del partido real–, delanteros y medios espartanos ruedan por el suelo a pesar de su corpulencia. (...) Kada y Sancho entran al mismo tiempo a un balón, saliendo trompicados. Se interrumpe el juego largo rato, y mientras se cura a Kada, a Sancho le vendan la cabeza. La herida mancha la venda de sangre, pero jugará todo el encuentro con un tesón admirable”.

“Perner carga feamente contra Piera, que avanza rápido hacia la puerta checa. Dos jugadores le entran peligrosamente, pero los esquiva y son ellos los que se dan un enorme batacazo. El público chilla”. “Los checos fueron sin duda los primeros en quitar limpieza al juego, pero esto no puede justificar que se les abroncara como se hizo, una lamentable coacción”. “Tiene nuestro público que irse acostumbrando a presenciar el juego duro que hacen muchos de los grandes equipos cuya visita se nos anuncia”.

Un año antes, el Barça había recibido la visita del Slavia de Praga y fue todavía peor. “[los checos] han sido pródigos en desplantes, suciedades, incorrecciones. Muy lamentable. El partido ha sido duro, muy duro, excesivamente duro”.

La espectacular dureza de esos amistosos checos fue el inicio de muchas cosas. “Siempre he creído –decía Samitier– que la visita del Sparta fue decisiva para el fútbol catalán. Desde esos partidos, el público creció como la espuma”.

La memoria de un Barça killer llega hasta las páginas finales de esta novela de culto, con los Chascadientes naufragando al regresar de Australia y casi devorados por una tribu caníbal del Pacífico Sur. Logran escapar enfundados en las armaduras hinchables de caucho que emplearon “durante el célebre enfrentamiento con los salvajes del Barcelona”.

[Le hablo de este hallazgo a un amigo culé, Enric: “Es lo que necesitamos ahora –responde–. Un Barça salvaje”].

Cuento de un Barça salvaje 
CABARET VOLTAIRE 
Plàcid Garcia-Planas