A aquellos viejos cines de pueblo llegaban a menudo copias de películas en mal estado. Había saltos de fotogramas al aplicar las tijeras para hacer empalmes, y muchas rayas, por rascar en el celuloide tras una inesperada rotura de la cinta, que hacían perderse detalles. Lo pernicioso, sin embargo, era la desidia de algunos proyeccionistas, que, al desmontar, metían el rollo dos en la caja del cuatro o del cinco. Así que, en el siguiente pueblo, el personaje que moría en una escena aparecía sonriente al poco rato.
‘Bernie’ ha fallecido en Afganistán, en la guerra de Ucrania o en los tiroteos de Búfalo y Uvalde.
Esa era la época anterior a la revolución del flashback de Quentin Tarantino, y en el patio de butacas se escuchaban murmullos y algún grito.
–¿Cómo puede ser que ese muerto esté tan vivo?
Palabrita del niño Jesús que sucedían estas cosas. Esto resulta imposible en el mundo digital, si bien las redes sociales ofrecen montajes que tienen mucho peores intenciones que esos errores veniales.
En Estados Unidos, el caso de un tal Bernie ha entrado incluso en la ONU por una denuncia de la diplomacia rusa para ilustrar falazmente la desinformación occidental. A Bernie le caracteriza su capacidad de fallecer en diferentes lugares casi a la vez
En cuentas de Twitter que se asemejan a las de grandes medios como la Fox, la CNN o la BBC, la foto de Bernie (cara redonda, calvo, con barba y gafas) ilustraba el mensaje de que ese era un periodista de Estados Unido ejecutado por los talibanes. A los meses, Bernie (con idéntica foto) se convirtió en activista estadounidense y primera víctima de esta nacionalidad en la guerra de Ucrania.
Similares cuentas en las redes, claramente espurias, señalaron que ese tipo había fallecido el pasado 6 de mayo en el tiroteo en un supermercado en Búfalo (Nueva York) protagonizado por un supremacista blanco. Días después, Bernie era un profesor de la Robb Elementary School de Uvalde (Texas) que había caído heroicamente protegiendo a sus alumnos.
Pronto hubo quien hizo notar, como los que gritaban en el patio de butacas, que ese hombre era siempre el mismo.
Eso no importa para los teóricos de la conspiración que alcanzaron pronto una conclusión obvia. Bernie no era más que uno de esos llamados actores de crisis que el gobierno y la izquierda utilizan para lograr la atención del público en causas como el control de armas y que esas tragedias (incluidas las matanzas de niños en las escuelas de primaria como la Sandy Hook en el 2012 y ahora la Robb, son solo escenificaciones, para mayor dolor de las familias.
Pero los conspiranoicos parten de una equivocación. Bernie existe. Se llama Jordie Jordan, tiene 36 años (nació en Carolina del Sur) y ni es actor ni las organizaciones mediáticas han hecho post alguno con él.
Según cuenta en sus redes, Jordan se crió con sus abuelos, comió en cantidad para ser fuerte y jugar a fútbol americano en el equipo de su instituto, pero en realidad acabó con sobrepeso. En una charla con The New York Times ratificó que en el 2008 fue despedido de una fundición (manejaba una grúa) debido a la crisis y empezó a ser conocido online como WingsOfRedemption , nombre con el que ejerce como comentarista de videojuegos.
Jordan colgó las fotos con que lo acosan en el 2018, en la cama de un hospital, una vez que se sometió a una operación de pérdida de kilos sufragada por sus seguidores. Empezaron a correr bulos de la muerte de Bernie . Hay chats en los que se dice que el hostigamiento se inició por comentarios homófobos y racistas que hizo, por los que se disculpó y que atribuyó a la frustración en sesiones de juego.
Pero reconoce que nada es comparable a haber sido el elegido para la calumnia de los teóricos de la conspiración.
Dimitry Polyanski, diplomático ruso en las Naciones Unidas, compareció ante los periodistas y usó los mensajes en supuestas cuentas de la CNN, en las que se daba por difunto a Bernie en Ucrania, para advertir que “la verdadera guerra son las mentiras en los medios de masas estadounidenses”. Aún se espera la disculpa de Polyanski tras saber que esas cuentas eran falsas.
Bernie, como aquellos personajes de los extinguidos cines de pueblo españoles, muere y resucita sin explicación alguna, salvo la de la imaginación. FRANCESC PEIRÓN - NUEVA YORK. CORRESPONSAL DE LA VANGUARDIA,
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