Hay expectación entre los cientos de personas que bloquean una calle peatonal del barrio de Gràcia, en Barcelona, poco antes de las ocho de la noche. “Es el documental censurado”, le musita un joven a su amigo. Hay tanta gente frente al cine Verdi Park que apenas se puede pasar por delante. Todos los congregados han pagado 30 euros (con derecho a traer a un acompañante) para ver un documental sobre la pandemia plagado de mentiras y falsedades.
La proyección del documental The Big Reset ha llenado una sala parecida en Madrid varios días seguidos. Los pases en la sala Golem de Bilbao, la CineStudio Dor de Valencia y la CineSur Nervión de Sevilla han estado igual de concurridos y el pasado martes se estrenó en Barcelona, donde acudió tanta gente que se tuvo que repartir a los asistentes en dos salas distintas. El éxito fue tal que la semana que viene habrá en la capital catalana otro pase en una sala más grande, la Aribau. Y a finales de mes se pasará de nuevo en Madrid en los cines Capitol Gran Vía.
“La idea era hacer un único pase en Madrid”, explica Cristina Martín, miembro del equipo del documental a el diario.es. “En ningún momento nos esperábamos este recibimiento”. Son ya más de 10.000 personas las que han pasado por el cine en pocos días, según el recuento que ofrecen los productores del filme. La cinta, de más de dos horas, contiene todos los ingredientes del menú de la conspiranoia: la pandemia fue una creación del grupo Bilderberg y del foro de Davos para instaurar un nuevo orden mundial a través de la Agenda 2030. Las pruebas PCR no diagnostican ninguna enfermedad. Bill Gates tiene comprada a la OMS, a todos los medios y a las principales instituciones médicas. Las vacunas son un intento de controlar a los humanos por Bluetooth.
“Estamos a muy pocas fases de una dictadura global a nivel planetario”, afirma uno de los entrevistados en el documental. “Las élites intentan dividirnos y su sueño húmedo es una sociedad hipervigilada”, dice otro. “Quieren convertir al ser humano en una terminal de ordenador”, afirma un tercero. “Solo los muertos de la primera ola fueron reales”, se escucha en otra entrevista. El documental incluso insinúa que la guerra de Ucrania es un señuelo para desviar la atención de una pandemia que iba a la baja.
Todas estas falsedades, desmentidas con datos por expertos y agencias de verificación en todo el mundo, encuentran acomodo en el documental, dirigido por una persona anónima que rechaza identificarse y firma la cinta bajo el pseudónimo de “W”. La película se ha financiado con aportaciones de algunas empresas y con los más de 64.000 euros recaudados en un crowdfunding. La persona que está detrás de esta campaña de mecenazgo es un publicista llamado Jorge Roca Victorero, que niega a elDiario.es tener relación alguna con el filme.
Los “expertos” entrevistados en el documental son los sospechosos habituales de las teorías de la conspiración. Aparece citado como biólogo Fernández López Mirones, un tipo que a pesar de ser licenciado en biología nunca se ha dedicado a la investigación y se ha ganado la vida haciendo documentales y dando clases de comunicación audiovisual. También entrevistan a Luis Miguel Benito, un médico (experto en digestología) que asegura que el 86% de los vacunados pueden ser detectados a través del Bluetooth del móvil. La cinta también cita como experto en medios de comunicación y grupos de poder a Javier Villamor, exportavoz de la organización ultra Hazteoír, defensor de las terapias de conversión de la homosexualidad y participante en más de una ocasión en actos de la organización neonazi Hogar Social Madrid.
Completan el elenco una veintena de entrevistados, entre los que destaca el ya fallecido virólogo y premio Nobel francés Luc Montagnier, caído en desgracia en la comunidad médica por su postura contra las vacunas y por recomendar comer papaya fermentada para combatir el párkinson.
“En la ciencia siempre ha habido desacuerdos y lo que pretendemos es que se abra el debate”, señalan desde el equipo que ha producido el documental. “No defendemos una tesis u otra, simplemente pedimos que se investigue”.
¿Y por qué no aparece ni una sola voz que refute todas estas falsedades? “Hemos pedido la participación de otros periodistas o científicos pero se han negado”, responden.
Las convocatorias de los pases de este filme circulan por Telegram y grupos negacionistas de WhatsApp. Los mensajes que se difunden presentan a The Big Reset como el documental que las élites, los grandes medios y las farmacéuticas no quieren que vea nadie. El hecho de que Youtube eliminara un fragmento de 18 minutos por las falsedades que contenía le ha acabado de dar el halo de fruta prohibida que atrae a muchos espectadores.
“He venido a ver en dos horas lo que hace años que nos quieren ocultar”, señalaba a la salida del cine una mujer de 57 años que rechazaba identificarse. “No me fío de los medios de comunicación”, remachaba. “Es cierto que lo prohibido siempre atrae”, señala Martín, del equipo que ha producido la película. “Pero en este caso no ha sido una estrategia de marketing, el documental fue efectivamente censurado y cada vez hay más gente que cuestiona el relato oficial”.
Había en la puerta del cine una amalgama de perfiles aguardando para acceder a la sala. Desde pijos con mocasines y pulseras de Vox hasta hippies adeptos de la homeopatía y la medicina alternativa. También había mucho curioso que admitía que iba a ver el documental porque lo habían censurado previamente. Alrededor de toda esta muchedumbre circulaba gente repartiendo octavillas y propaganda conspiranoica. Había una paradita en el suelo con ejemplares del libro Diario de un negacionista. Otro tipo repartía octavillas del libro del nieto de John F. Kennedy, un habitual de las teorías antivacunas y azote de la tecnología 5G. A pesar de que la película se proyectaba a las 20.15h, había tanta gente que a las 21 h aún quedaban decenas de personas aguardando acceder a la sala. Al final habilitaron una segunda sala auxiliar para acoger a todo el público.
“Este documental debería proyectarse en los colegios una vez por semana”, apuntaba a la salida del pase Adrià, un treintañero que había acudido con dos amigas al cine. “Te deja en shock, alucinando”, explicaba otra mujer que no quería decir su nombre. Otra de las espectadoras que había ido a ver la película era Carme, cuyo padre falleció poco después de recibir la vacuna contra la Covid-19. “Estoy segura de que murió por la vacuna”, aseguraba compungida al acabar la proyección. “Pero es muy difícil de demostrar”, remachaba.
Una mujer escuchó el relato de Carme a elDiario.es y se le acercó rápidamente. Le explicó que coordinaba un grupo de Telegram contra las vacunas y le invitó a unirse al colectivo. A los pocos minutos se le acercó otro tipo y le pidió su correo para mandarle información. Era Lluís Botinas, un hombre que se hizo famoso hace una década por asegurar que el VIH es una ficción y el sida un “engranaje criminal” inventado por los Estados Unidos.
Definitivamente, los bárbaros de Kavafis ya han llegado y moran entre nosotros.
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