Hay cosas, ocasiones, circunstancias o momentos en la vida, en que se ve que una cosa, ocasión, circunstancia o momento no puede acabar bien, que acabará mal. Este fue el caso que acaeció ayer en el Museo Reina Sofia después, cuando una turista italiana de Italia al parecer en un intento de hacerse una selfie, se subió a la plataforma en la que está colocada la escenografía de La romería de los cornudos, tropezó y se agarró a un lado de la obra, desgarrándola unos centímetros bajo la parte frontal derecha. He dicho al parecer, o que quizás fuera para hacerse una selfie, por que el museo no tiene constancia. La pintura al agua sobre papel de 14 por 7 metros, resultó desgarrada varios centímetros pero el museo no presentará denuncia contra la turista porque consideran que no ha habido dolo y además ya han sido capaces de repararla in situ y está de nuevo a la vista. El cuadro, de un relativo valor artístico según mi opinión, no necesitaría ser reparado, mejor quizás retirarlo y guardarlo en algún trastero dado su poco o nulo interés artístico. Aunque eso habría que hacerlo con tantos y tantos cuadros de dudoso valor artístico que andan colgados por los museos.
Tras el accidente se activó el protocolo: acudieron los servicios de restauración del museo y, como se trata de un daño a un bien público, se dio parte a la policía, aunque el museo no denunció porque no había mala intención. La mujer, aseguran, era presa de un ataque de nervios, y más aún su marido, y dicen que no les consta, aunque tampoco lo desmienten, que se negara a facilitar sus datos y que tuviera que acudir por eso la policía.
Durante la jornada de ayer se colocó un biombo en el espacio donde se exhibía y comenzaron a trabajar los restauradores. A las diez de la mañana de hoy ya estaba restaurado el daño y no hubo que trasladar la pieza al taller de restauración ni desmontarla, y hoy ya estaba de nuevo a la vista del público.
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