Ante el inacabado listado de desgracias que nos invaden, cloacas, noticias falsas, los únicos que se benefician de tan desastroso panorama son los populistas, vengan de dónde vengan - John William Wilkinson.
Hace ya algún tiempo que las columnas de opinión, vengan de donde vengan, comparten algunos ingredientes básicos. Pocos son los opinadores que no presenten a sus lectores un largo pero siempre incompleto listado de las desgracias actuales o de las que mañana o pasado mañana acabarán no sólo con nosotros sino con nuestros valores, nuestro bienestar y hasta con nuestro planeta y por ende con el ser humano, como ya les pasó a los dinosaurios.
Además, no pasa día sin que se lea en los titulares de las portadas de los diarios alguna de las siguientes palabras: abismo, grieta, catástrofe, guerra, apocalipsis, colapso, cloacas, inflación, despidos, huelgas, exterminio, rearme, incendio, hambruna, matanza, sequía… y otras muchas por el estilo. Todo indica que nos hallamos cerca, muy cerquita del final de la peli de la que nos creíamos protagonistas y, por tanto, vencedores. De pronto intuimos que ya no hay nada que hacer. Llegamos tarde. Pudimos haber reaccionado a tiempo, pero no lo hicimos. Todos nuestros adelantos se van al traste: sanidad, educación, pensiones, transporte, igualdad, vivienda… Y para más inri, los únicos que se benefician de tan desastroso panorama son los populistas, vengan de dónde vengan.
Pero como advirtió en su día el poeta T. S. Eliot, no sabemos soportar demasiada realidad, así que los opinadores, ya un poco hartos de la futbolización de los medios, echan mano a las series de plataformas como Netflix o HBO para aderezar sus alarmantes comentarios no siempre limpios de filfas. Tanto es así que se diría que se han pasado los años de la pandemia visionado sin descanso incontables episodios que, aunque vistosos, inquietantes y entretenidos, nunca conducen a ninguna parte como no sea a un callejón sin salida en la que nos hemos metido a sabiendas de lo que hacíamos. Y ahora nos damos cuenta de que no hay quién nos saque de esta deplorable actualidad sin final feliz.
Las buenas noticias, que las hay, muchas de ellas harto esperanzadoras pero que no venden, palidecen o simplemente desaparecen bajo el peso y abundancia de las malas, que sí venden. Un mundo dividido entre likes y no likes, sin justificación o argumentación alguna, que es el nuestro, está condenado a una eventual confrontación, máxime si se tiene en cuenta que está expuesto a toda clase de manipulaciones y estafas. Nuestra cultura -literatura, filosofía, arte, cine, historia…- es pisoteada sin contemplaciones o simplemente apartada por asuntos de género o identidad. Peligra la democracia, que es cosa de mayorías, cuando mandan las minorías, que es lo que ahora está pasando.
Todo indica que este verano tan caloroso y propenso a incendios mientras que en los supermercados los precios suben que es una barbaridad y nadie está satisfecho y el cabreo individual y colectivo aumenta de manera exponencial, no es, sin embargo, más que la antesala de un otoño de aúpa. La creciente incertidumbre cabalga veloz a lomos de un miedo ancestral. Si no se encuentra una solución compartida y pronto, las luces de Europa se irán apagando. Y vayan a saber lo que nos espera al abrigo de la temida oscuridad que se avecina.
Antes, siempre quedaba el consuelo de la fe, fuera en los dioses, en el Dios padre todopoderoso, la patria, una ideología o incluso un equipo de fútbol. Pero ya ni eso. Ni que seas culé o merengue a muerte. Todo pende de un hilo. Vuelven los sabañones y las chinches, los apagones, los cortes de suministro, los tiros. El pastel ya no da para todos, y eso que el declive demográfico avanza a todo trapo.
Aun así, aquí estamos. Seguimos aquí. No todo está perdido. Eso sí, se ha terminado en gran medida lo que se ofrecía. Con razón: aquello tenía que acabar. Y lo sabemos y lo sabíamos. Habrá que desempolvar algunos de los valores de nuestro abuelos que llegamos a despreciar por soberbios cuando no idiotas. Se avecinan tiempos duros. Como siempre. Y ésta no es una noticia falsa sino la pura verdad. Si queremos salir con vida, no habrá otra que remar todos en la misma dirección. Hacia la salvación. La nuestra, la de nuestro planeta. Amén.
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