El apocalipsis está cada vez más cerca. Nos hemos escapado del cohete chino que finalmente cayó al Índico, vamos trampeando la viruela del mono y la inflación, pero lo peor de este verano es que ha aparecido un nuevo y grave problema: No hay suficientes cubitos de hielo. Entre los productores ya se habla de que van camino del desabastecimiento. Hay muchas empresas que han subido los precios y, de seguir así, temen no poder hacer frente a toda la demanda, mucho más alta de lo esperado cuando en invierno estaban en la fase de producción.

Antonio Jaime, encargado de Fábricas del Hielo Norte, en Badajoz, ha recibido en las últimas semanas llamadas de bares y restaurantes de otras comunidades autónomas para suministrarles hielo para que sus compañeros no den el alcance. «La gente empezará a comprar hielo sin conocimiento», pronostica. Lo compara con lo ocurrido con el papel higiénico y esos estantes vacíos en marzo del 2020.

«El problema que hay, y que ya ocurrió en el 2004, es que con las subidas del precio de la luz, las pequeñas empresas como la nuestra, que somos muchísimas, no hemos fabricado todo lo que teníamos que fabricar, sino que hemos ido recortando», afirma. Hasta el punto de que sabe de gente que está vendiendo lo que compra en Mercadona para no perder clientes. Jaime vaticina que habrá empresas que tendrán que cerrar temporalmente por no tener suministro. Con otros, no saben cuáles pueden ser sus consecuencias. «Depende de si la clientela lo entiende o no. Unas sufrirán más y otras menos», señala.

Algunos productores ya están reduciendo sus pedidos. «A quien pide 20 sacos le llevan 10 y con ello atiendes a otros», explica. Lo que tiene claro es que antes debería «sacrificarse supermercados y gasolineras» que la hostelería: «Basta mal lo han pasado ya con la pandemia». Él sí tiene asegurado el suministro a sus clientes. Las ventas que está haciendo a los nuevos no va a durar mucho.

Las fábricas juegan un poco en adivinar el futuro. En febrero o marzo, con los precios de la luz al alza, muchas optaron por no llenar las cámaras de hielo con bolsas que no sabían si después podrían vender. Mantenérselas lleva una buena factura por parte de la compañía eléctrica. «Sin saber cómo vendría la temporada turística, nadie quería arriesgar. Ahora vemos que va bastante bien y se produce ese desfase: no hay despensa y la fabricación actual de las empresas grandes no da abasto», asegura el encargado de una empresa especializada en el sector en Eivissa.I son las grandes las que tienen mayores contratos y obligaciones. Muchas están vendiendo más caro. Alberto García Fonseca, gerente de Frescol, explica que ellos sólo han subido 20 céntimos el precio en enero para algunos de sus clientes. Entre otros 30 y 40, mientras que algunos han llegado a incrementarlo al 50% en ventas mayoristas. Depende, sobre todo, del cliente. «Ha habido una modificación importante en los precios por la subida del coste de la luz, del plástico, del carburante... Es lógico», razona Jorge Tello, gerente de Hielos Alto Turia, Valencia, quien explica que estos incrementos no son para ganar más dinero, sino más bien para perder menos.

Los fabricantes de hielo esperaban calor como cada verano, pero no tanto. Se mezclan el boom de festivales en el país, las fiestas mayores, las ganas de salir después de dos años de pandemia y las vacaciones de mucha gente. Todo un cóctel perfecto que hará que tal vez muchos cubitos de hielo no puedan tintinear dentro del vaso. Ya me veo a venir que los cubitos de hielo serán el papel higiénico de la post-pandemia. Ela mojitos quizá se salvarán al poner el hielo troceado, no sé, no sé, pero Vesper Martini 'sacudido no revuelto' lo tiene mal. Claro que en las casas esto no afecta, hay bolsas y contenedores para hacerlos uno mismo en la nevera.

El resumen sería que están pasando cosas que antes no pasaban, o no, por lo visto en el 2004 ocurrió más o menos lo mismo. Ya lo decía Emma Bovary: no hay nada que no haya pasado antes o antes.