LOS COMPLOTS NO EXISTEN, PERO LOS HAY



Ignasi Ramonet, ex director de Le Monde Diplomatique, cuya edición en español se edita en Valencia, explica que la desinformación influye poderosamente en el deterioro de la democracia, un deterioro en el que también coincide el filósofo Daniel Innerarity, sumando otras causas más complejas.

Ante esta realidad la cuestión es encontrar el origen de esa desinformación, porque a veces procede de las conspiraciones para deteriorar la democracia, como dice Ramonet, y en otros casos es simplemente la voluntad política para dirigir la opinión pública en la dirección que el poder está interesado. O aún mejor, para evidenciar que estamos en territorio vacío donde nunca pasa nada. La desinformación nos hace tontos.

Las conspiraciones son tan antiguas como la humanidad, y tienen el terreno abonado en este caps de desinfromación. Lo nuevo, sostiene Ignacio Ramonet en este texto que adelanta su próximo libro, es el modo en que la frustración social, las redes sociales y la inescrupulosidad de líderes como Donald Trump instrumentan las teorías del complot con fines políticos.

"En un universo lleno de incertidumbre –como el que envuelve hoy a las clases medias blancas estadounidenses– no es anormal que proliferen las “teorías del complot”. Podríamos definir el complot o la conspiración como un proyecto secreto elaborado por varias personas que se reúnen y se organizan en forma clandestina para actuar juntas contra una personalidad o contra una institución. Recuérdese que conspirar significa, etimológicamente, “respirar juntos”.

La historia y los historiadores dan testimonio de la existencia real de cientos de verdaderos complots. Los ha habido siempre. Desde, por ejemplo, la célebre Conjuración de Catilina denunciada por Cicerón en el año 63 a. C., o el asesinato de Julio César en el 44 a. C., hasta el escándalo del Watergate en 1972, el caso Irán-Contra en 1986, o el complot mediático-político en Venezuela para derrocar a Hugo Chávez el 11 de abril de 2002.

Los complots existen, no cabe duda. Pero en la actualidad se han sofisticado con la ventaja de dirigirlos a una sociedad infantilizada, desinformada, en la que hacen mucha más mella que antes. Este es el síndrome del complot del que hablaba Popper, y es una lástima que haya pasado casi inadvertido el libro de Daniel Pipes El lado oscuro de la historia . El libro abre con una cita de Metternich, que habría dicho, al enterarse de la muerte del embajador ruso: "¿Cuáles habrán sido sus motivaciones?" Así es, el síndrome del complot sustituye los accidentes y las casualidades de la historia por un proyecto malvado y siempre oculto.

Soy lo suficientemente lúcido como para sospechar a veces que, al quejarme del síndrome del complot, tal vez estoy dando pruebas de paranoia, en el sentido de que manifiesto un síndrome por el que creo que existen síndromes de complot por todas partes. Para asegurarme, basta siempre una rápida inspección en Internet. Los complotados son legión y a veces alcanzan cumbres de humorismo involuntario. El otro día di con el sitio www.conspiration.cc/sujets/religion/monde-malade.jesuites.html , donde aparece un largo texto: "Le monde malade des jesuites, Revue Undercover 14", de Joël Labruyère. Como sugiere el título, se trata de una reseña de todos los eventos del mundo (no sólo contemporáneo) debidos al complot universal de los jesuitas.

Los jesuitas del siglo XIX, del padre Barruel al nacimiento de la "Civilización Católica" y a las novelas del padre Bresciani, estuvieron entre los principales inspiradores de la teoría del complot judaico masónico, y era justo que les pagaran con su propia moneda los liberales, los partidarios de Mazzino, los masones y anticlericales, precisamente con la teoría del complot jesuita, popularizado no tanto por algún panfleto o por libros famosos, desde la Provinciali de Pascal hasta El jesuita moderno , de Gioberti, o los escritos de Michelet y Quinet, sino por las novelas de Eugène Sue, El judío errante y Los misterios del pueblo. Con información de la nación.

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