QATAR Y LOS DILEMAS



En vez de hablar de la sociedad líquida de Baumann, quizás deberíamos hacerlo de la sociedad contradictoria. Un claro ejemplo lo tenemos con el Mundial de fútbol de Qatar, que empezará la próxima semana. De estas contradicciones va el artículo de Sergi Pàmies sobre los pros y contras interesados e hipócritas sobre este evento. Unas contradicciones que vienen de lejos, sólo recordar que el Barça lucía en su camiseta Qatar airways, aunque luego la quitaron.

"Se acerca el Mundial de Qatar y, con buen criterio, los medios de comunicación fiables (todavía quedan) explican el contexto político, social y religioso del país anfitrión. Es un deber que compensa la contradicción de, en paralelo, tener que concentrarse en la dimensión estrictamente futbolística del acontecimiento. No es un dilema fácil. Los culés ya lo vivieron cuando el presidente Sandro Rosell, viendo la situación económica del club, le pidió audiencia al emir de Qatar para acelerar el patrocinio de la camiseta. El patrocinio provocó turbulencias, hasta que, años más tarde, fue eliminado tras una campaña en la que se contaron muchas verdades y algunas mentiras amparadas por la estridente impunidad de la demagogia.

Ahora vuelve a pasar. La solución más pura sería el boicot y el apagón informativo. Pero, curiosamente, estas soluciones drásticas no se tomaron ni con el Mundial de Argentina, ni con los Juegos Olímpicos soviéticos o chinos y no se toman a la hora de consumir con furor capitalista productos de empresas que sobreviven gracias al dinero qatarí. Anécdota personal: en 1971, cuando mi madre decidió volver a su país tras treinta y dos años de exilio político, sus vecinos, amigos y camaradas franceses le espetaron: “¿Como es posible que te vayas a la España de Franco y te lleves a tus hijos a un país que tortura y asesina?”

Aquella contradicción la tenían, por razones distintas, muchas empresas e instituciones de la Europa democrática que entendían que introducirse en España era contribuir a debilitar el totalitarismo autárquico y abrir rendijas de moderación, progreso y libertad. Además de para forrarse, por supuesto. Ahora Luis Enrique se ha referido a la contradicción de entender el Mundial de Qatar como una oportunidad para empezar a cambiar las cosas y, evidentemente, es fácil rebatirlo. Basta recordar el origen neofeudal de las organizaciones supranacionales que gobiernan el negocio del fútbol y el tipo de dinero que, a través de clubes y federaciones, se va acumulando. Pero, al mismo tiempo, los Mundiales son un factor de cohesión en el que el mismo opio del pueblo se convierte en un idioma que, durante semanas, es universal. ¿Somos lo bastante coherentes para renunciar o debemos asumir nuestra condición de adictos e hipócritas?

En Qatar, los enviados especiales tendrán que someterse a un reglamento que pone en evidencia las aberraciones del régimen pero que, precisamente porque se podrá explicar desde la experiencia, podrá contribuir si no a cambiar las cosas sí a denunciarlas. Lo que no cambiará es el potencial financiero de estos gobiernos impunes, sin estructuras de fiscalización democrática contra la corrupción. Un potencial que, por cierto, actúa con absoluta normalidad en el sistema económico español y catalán (también en el fútbol: revisen la lista de embajadores del Mundial) sin que nadie reclame una objeción activa. Además del fútbol, en el Mundial de Qatar se enfrentarán una potente operación de propaganda y la habilidad, el rigor, el compromiso de explicar, entre líneas o explícitamente, qué pasa en los países de los cuales aceptamos el dinero con la mano izquierda y señalamos críticamente con la mano derecha por no respetar los derechos humanos". 

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