Cuánta razón tenía José Maria Aznar López, cuando decía que antes se partiría Catalunya que España. Y es que en el Oasis catalán el panorama es desolador. Can Garlanda es poco, después de la debacle del procés. Como dice Josep Martí en su artículo en la vanguardia, ha entrado el Pánico en el Parlament. Los profetas de la oposición han presentado su nueva versión del Apocalipsis. Los presupuestos de la Generalitat representan, como se lee en la profecía original, la apertura del séptimo sello. Y le sigue, como se ha visto en el Parlament esta semana, el retumbar de las siete trompetas anunciando grandes calamidades. Sufridos pecadores de la catalanidad, no teman por relámpagos, truenos, terremotos y fuegos que puedan caernos del cielo. El Apocalipsis original era una broma para niños, niñas y niños. Pero lo que nos cae encima ahora, según advierten PP, Cs y JxCat, sí merece sin tapujos el adjetivo de aterrador: ¡vuelve el tripartito!
Que videntes de tipos tan diferentes coincidan en augurios tan nefastos ilumina el radical cambio de guión. El constitucionalismo conservador ya no sale a morder obsesivamente en Catalunya el tobillo de la estelada. Roe otros huesos. Como el desperdicio, la deuda, los sufridos autónomos y todo lo que juzga como necesario para captar votos en el presente. Si España ya no se rompe, es necesario levantar una nueva amenaza. Por eso es turno otra vez para concentrar los males en el izquierdismo. Otra cosa son esos mismos partidos fuera de Catalunya, donde seguirá siendo útil llamar a Pedro Sánchez, con la ayuda del TS, que es un cómplice de separatistas. Pero para dirigirse a los catalanes, ese reclamo es ya insuficiente, incluso extemporáneo. En España puede prevalecer el mantra de la patria rota para pinchar nervio entre los electores. En Cataluña hay que desenterrar rápidamente la maldición del rojerío: ¡vuelve el tripartito!
JxCat intenta, por su parte y fiel a su estilo, tocar la guitarra y el bajo a la vez. Mantiene arriba la acusación de traición a ERC por la debilidad independentista, pero también empieza a levantar barricadas clásicas apuntando a políticas sectoriales, después de tomar nota finalmente que vivimos en 2023 y no en 2017. Hay que activar en el votante juntero de edad recuerdo del tripartito como una doble amenaza: autonomista-conformista en el nacional y alocado y sin sentido común en todo lo demás. Desgastar a ERC en un doble frente con este viaje al pasado. Que Cs, PP, JxCat ( Vox y la CUP comen en platos aparte) firmen esta nueva versión del Apocalipsis consolida alguna certeza pero también plantea algunos interrogantes sobre el valor real y creíble de la profética amenaza.
Del lado a ciencia cierta es que para los integrantes del tripartito (particularmente ERC) todavía hoy –trece años después de su final– su recuerdo provoca un pánico parecido al de la salida del sol para un vampiro. Por eso niegan vehementemente que esa posibilidad pueda volver a arraigar algún día. Sin embargo, sabemos que en política reniegas hoy y justificas mañana o pasado. Es decir, después de unas elecciones. El recuerdo de una experiencia traumática no impide a sus protagonistas volver a representarla. Y a veces simplemente no queda otra opción.
Y del lado de los interrogantes: ¿sigue siendo válida en el 2023 la imagen del tripartito como el peor gobierno posible? ¿No ha habido de por medio experiencias mucho más fallidas? No ha sido el gobierno de la Generalitat en los últimos años –en fiscalidad, discurso sobre seguridad ciudadana, inmigración, leyes sobre provisión de servicios sociales, agenda de género, etcétera– uno de los más izquierdistas de Europa, incluso con el concurso de ¿JxCat o con el último aliento de la extinta Convergència? Es posible vender como amenaza –desde JxCat– un gobierno de izquierdas cuando has buscado y contado durante tantos años –aunque sea a trompicones– con el apoyo parlamentario de un partido anticapitalista como la CUP forzándote a practicar la vertical puente cada vez que le apetecía?
Preguntas quizá pertinentes ahora que el trabajo de los partidos de oposición es fijar un nuevo marco de interpretación partiendo de esa inminente Apocalipsis roja. Cómo igual de pertinente es avisar, a quien no haya leído la Biblia, que el Apocalipsis es a pesar de su mala fama una historia de esperanza y redención. Pero seguro que esto no se le escapa a ningún estratega. Son todos muy leídos. Más leidos que ilustrados. Cierro es que nunca tan pocos hicieron tanto daño a un país, y eso que presumen de ser patriotas, patriotas de opereta de vuelo gallináceo.
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