Francia está en pie de guerra, tal y como está informando estos días la Vanguardia, por la voluntad del Gobierno de retrasar dos años la edad de jubilación y pasar de los 62 a los 64 años. La medida es muy impopular, pero tiene la lógica de una sociedad en la que aumenta la longevidad a la vez que baja el número de nacimientos. La edad media de la población francesa, como ocurre en el resto de Europa, es cada vez más alta y al ritmo actual, si no se producen llegadas de inmigrantes más jóvenes, hace que la UE vaya camino de ser un gran geriátrico . En España, la edad media de la población es hoy de 44 años, y en 1982 era de 34. La tendencia demográfica es clarísima, y los porcentajes mayores de 65 años crecen anualmente y los de menores de 25 decrecen.
En este contexto, sería normal que la edad de jubilación, pese a las protestas en Francia, se retrasara, pero decir esto hoy es casi una herejía. Las prejubilaciones están a la orden del día y muchas empresas prefieren por intereses económicos sustituir a profesionales que todavía disponen de mucho recorrido en las botas, pero tienen salarios altos para jóvenes ampliamente preparados, pero que aceptarán unos sueldos más bajos.
La paradoja es que la sociedad invita a la salida del mercado laboral a profesionales que se encuentran en un estado mental y de excelente salud. No lo decimos nosotros por decir. Continuos estudios revelan que los actuales mayores de 70 años conservan mejores capacidades físicas y cognitivas que los de esa misma edad hace una década. Y el edadismo, que son los prejuicios que existen sobre la capacidad de las personas mayores, es cada vez más frecuente en nuestra sociedad. Contra este clima existente, se rebela Manel Domínguez, doctor en Comunicación Social y autor del libro Senior, que es muy recomendable, sobre el cambio de paradigma que supone sustituir la visión protectora y asistencial de las personas mayores por una nueva mirada que valore más su talento y lo que pueden aportar a la colectividad. Los seniors piden paso..., mientras aquí no parece que sigamos el ejemplo de los franceses.
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