No se habla demasiado, y si en el caso de hacer un coño con el largo candidato para presentar la moción de censura contra el gobierno, causada por Vox. Daniel Fernández reflexiona en su artículo sobre el hecho, el odio y la debilidad.
"Un argumento ad hominem, es decir, contra el hombre, es una falacia lógica que consiste en refutar una declaración de algún defecto de la persona en cuestión. La afirmación no es creíble porque no es creíble. Importan lo que nos dice el otro, lo descalificaremos como quién es. Ejemplo:
- La economía española es mejor de lo esperado.
Y refuta decir:
- No tienes problemas financieros.
Podríamos extender y dar ejemplos mucho más contundentes y peores en términos de lógica argumentativa, pero no vale la pena. Además, supongo que ya me has entendido.
Y sí, se ha convertido en la forma estrella de discutir, es un dicho, en la política española. El otro, que es "¡Y tú más!", Al menos tiene un cierto nivel de comparación de los términos, pero el argumento ad hominem no lo hace, porque el adversario es la encarnación de todos los males y defectos. Nada que diga no puede ser creíble.
El viejo pulso hispano de cainita está subyacente en este tipo de arenga que termina creando una escotilla de odio y desprecio. Todos los presidentes del gobierno que han estado en este período democrático han sufrido en su piel y en la reputación de los peores ataques de personal de anuncios. Suárez era vilipendiado, aunque luego lo elevaran a los altares patrios. No había tiempo con Calvo-Sotelo, pero Felipe González tomó su palma hasta la llegada de Sánchez, en términos de ira e insultos contra él. Solo recuerde la operación que se organizó, finalmente, para que cayera y cómo se fue más harto que destruido. Aznar también sufrió ataques furiosos, pero nunca debe decirse que el calibre y la virulencia de aquellos que han sufrido gobernantes socialistas. O esto me parece y puede ser parcial.
Rodríguez Zapatero y Rajoy los despreciaron más de lo que fueron odiados. Y se reconoció que los jugaron con circunstancias y tiempos lo suficientemente difíciles. Pero, por el momento, el campeón de la saliva recibido, el presidente indiscutible del más esbozado y maldito, al que es más apasionado, es claramente Pedro Sánchez.
Hay algo en él que despierta a la bestia de sus opuestos. Puede ser alto, que es tener una buena figura e incluso una cierta belleza, o que entre sus trajes se ajustan y el dominio del inglés, además de algunos aires del dominante de la escena, ya que elimina lo peor de toda una completa política política grupo que quisiera ser apedreado, crucificado, abandonado en buitres desérticos. Y se ha alentado en los últimos tiempos y resorts a la ironía con un chapoteo que no puede disculparse.
Hay algo en Pedro Sánchez que despierta a la bestia de sus oponentes. Desde hace algún tiempo, el huevo de la serpiente está atrapado en esta España, donde nunca insultamos tanto a una persona. Y ya no repite la canción del "Váyase, Señor González!", Que se convirtió en un argumento Ad Nauseam. Ahora se repite y repite los peores insultos y las descalificaciones más groseras. Todo vale la pena, al menos dialécticamente, de dejar caer a Sánchez. Y ya no es que sea ilegítimo, golpe, Filoetarra, totalmente perjudicial. Él es el hombre que tiene que derribarse y la persona para odiar.
Yo iría con muchísimo cuidado ante una moción de censura bufa que solo pretende concentrar el odio y que la bilis domine el relato y el escenario. Y ni siquiera se puede fiar de sus socios, que ponen cara de que ya te está bien, sobrado. Solo cabe confiar en aquel aforismo de Alphonse Daudet según el cual el odio es la cólera de los débiles.
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