NUBLACHOS ZARAZOS DE MARZO

Así llaman, o llamaban, (las palabras desaparecen con las personas), en tierras leonesas los más viejos del lugar, a esas rachas de viento y de aguanieve que, alternadas con momentos de calma meteorológica, incluso de buen tiempo, caracterizan el mes de marzo, estos días en los que el invierno deja su sitio a la primavera. Un tiempo de turbulencias y no solo en la climatología, puesto que su inestabilidad se traslada a las personas mismas. 

Es difícil condensar en menos palabras toda una concepción de la vida, esa idea de que esta es una navegación sujeta a todo tipo de turbulencias que al final, normalmente, se superan. Porque, aunque las confundamos a veces con inclemencias definitivas, la mayoría de las veces se quedan en eso: en ráfagas de viento y aguanieve que de la misma forma que llegan se van. Lo mejor para entenderlo es volver la vista atrás y recordar momentos de nuestras vidas en los que, cuando los vivimos, pensamos que naufragaríamos y no saldríamos de ellos y que ahora, sin embargo, nos parecen anecdóticos, del mismo modo que nos ocurre con los sucesos históricos y políticos. 

Un vistazo a lo que contaban los periódicos en el mes de marzo anterior nos servirá para comprender que incluso sucesos que entonces nos parecían insuperables, como el de la invasión de Ucrania por Rusia o la propagación de la pandemia de covid de 2020, no han dejado de ser turbulencias dramáticas que acabarán siendo historia como todas, lo cual debería servirnos para relativizar nuestro miedo a todo lo que sucede. Nunca llovió que no escampara, dice el refrán y pocos puede haber más acertados, como este mes de marzo nos demostrará de nuevo tal como viene haciendo desde que el mundo es mundo. Dejemos pues a los idus de marzo que hagan lo que les corresponde, aunque a Julio César no le fuera muy propicios, como dicen o decían en Teruel, el panorama de Julio Cesar en el 44 antes de Cristo, estaba Nublacho.

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