PORNOGRAFIA Y MENORES

De repente parece que hemos descubierto que la pornografía crea monstruos, y con esa idea viaja el escándalo. ¿Cómo es posible que un niño de ocho años vea porno? ¿Y si se convierte en un depredador sexual, ya no de adulto sino de púber? ¿O en víctima? ¿Y si este es mi hijo? - Susana Quadrado.

De esta forma nos hemos lanzado a buscar desesperadamente una profilaxis rápida para cortar un problema que amenaza con hacerse crónico, dada su adherencia a los 'pacientes'. Las familias quieren reconfortar sus conciencias; en cierto modo, sacudir su parte de culpa. Los profesores no saben ni por dónde empezar mientras aseguran que ya no pueden cargar nada más. Los gobernantes prometen una asignatura de educación sexo-afectiva en los institutos. De entrada, deberían ponerse de acuerdo sobre qué entienden por sexo-afectividad sin estirar dogmas ideológicos. Y los expertos... Quien no quiere ahora un experto en la mesa, y eso que los especialistas llevan años alertando de los cambios conductuales y emocionales de una infancia que ha perdido la inocencia.

La cuestión es encontrar una solución que nos aparte esa realidad tan horrible que acaba de estallarnos en la cara. Un reguero de manadas adolescentes que violan a otros menores. Niños que delinquen como adultos. Niños (y niñas, capítulo al margen) que se inician en el sexo con la violencia, la naturalizan, se estimulan, fantasean y, peor, experimentan con ella, la escenifican. Niños vacíos y solos. Niños que ya no conciben hacer nada sin colgar después el vídeo. Niños que imitan el porno haciendo una ficción algo real.

Ni prohibir el móvil a los 16 años ni los controles parentales mitigarán el impacto de la pornografía en los menores

Prohibiremos el móvil hasta los 16 años, hemos oído decir estos días. Como si esto fuera factible. En un mundo ideal quizás sí, no en éste. Llegamos tarde para corregir una dinámica de socialización irreversible. Esto sin contar las motivaciones que impulsan a los padres a comprar el primer móvil y que darían para otro artículo.

Luego está esto de prohibir el acceso a los menores a webs porno. Otra falacia. La curiosidad sexual propia de la adolescencia se canaliza hacia estas páginas, llamen Pornhub u OnlyFans, convertidas en tutoriales de sexo. Pronto lo 'soft' sabe a poco, el adolescente se cansa y explora algo más fuerte, más violento.

A veces, los menores no buscan pornografía, sino que simplemente se la encuentran. Tecleando, por ejemplo, Blancanieves y los siete enanitos. La industria del porno cuela vídeos de sexo llevar en busca de lo más infantil y entre poco o nada se puede hacer. ¡Cómo poner puertas al campo que es Internet! Los controles parentales sólo resultan eficaces en niños pequeños. Los chavales mayores aprenderán a esquivarlos o falsificar su edad y, si no, siempre habrá un móvil o el ordenador de un amigo para descargarse las imágenes.

Rara vez la vía punitiva funciona. Sólo si se prohibiera la pornografía como negocio, algo que en ese momento parece imposible. De momento, no hay nada más revolucionario que lo de siempre. Educación, educación, educación... Y comunicación. Leído esto, ahora trate de recordar cuándo fue la última vez que habló de sexo con sus hijos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario