Es un día tranquilo en una pequeña escuela del medio Oeste norteamericano. La comunidad educativa asiste al campeonato escolar de atletismo. Padres, alumnos y profesores animan a las participantes, una escena que ustedes han visto en incontables películas. Finalmente gana la competición femenina una niña, llamémosla Mary, que es recibida con aplausos en la meta. Sin embargo, los padres de la segunda clasificada no están contentos. De hecho, presentan un airado escrito a la dirección del centro manifestando la sospecha de que la niña ganadora es en realidad un “hombre transgénero” y exigen al centro que se exhiban todos los archivos escolares de la menor para demostrar si ha habido un cambio en su identidad y para que se aplique la ley del Estado, que prohíbe a las mujeres trans participar en el deporte femenino.

La dirección del centro se encuentra desconcertada, los archivos de la menor son reservados, pero ciertamente la ley estatal prohibiría a la niña participar en la categoría femenina. En lo que resuelve qué hacer se desata una ola de especulaciones sobre la menor, al parecer poco femenina, y su familia. Finalmente, la escuela entrega los archivos y se comprueba que la menor no es transexual, pero eso no detiene los acosos y los profesores comprueban con horror que por todo el Estado comienzan a recibirse peticiones similares ante la duda sobre la identidad de género de otras menores. “Es una caza de brujas”, comenta un docente. “¿Cómo hemos llegado a esto?”, se pregunta otro.

En realidad, los monstruos de la razón no surgen de un día para otro. Tendríamos que remontarnos al momento en el que la Alt Right norteamericana rescató los argumentos de Janice Raymond contra las personas transexuales en los años 70. Al momento en el que descubrieron que colocar la “ideología de género” y el “pensamiento ‘woke’” en el centro del discurso acaparaba votos y reacciones viscerales muy útiles para sus propósitos. Al momento en el que el entonces gobernador de Indiana, Mike Pence, firmó, como otros, la ordenanza que impedía a las personas transexuales participar en el deporte femenino, aunque luego esa norma y todas –más de veinte– las que pretendían impedir la entrada a las mujeres trans en los baños y espacios compartidos femeninos fueran vetadas por la presidencia de Obama. Y más en concreto, al momento en el que Donald Trump derogó de un plumazo (literal) todas las normas federales antidiscriminación existentes y proclamó que, a partir de ese momento, la interpretación de los Derechos Humanos era una cuestión estatal y no federal. O al momento crítico en el que consiguió nombrar a la mayoría de los miembros de la Corte Federal, único obstáculo a las posibles leyes antiaborto o discriminatorias que ya se habían perfilado en diversos estados federados.

Lo que probablemente nadie era capaz de prever en esos momentos, sin embargo, era la extensión y virulencia de las normas que el Partido Republicano iba a desatar sobre una minoría, la de las personas transgénero en la terminología estadounidense, que hasta ese momento no habían sido nunca percibidas como un problema social por la mayoría de la población. Derribada la barrera federal, los estados se entregaron con fruición al diseño de normas anti woke, es decir: antiaborto, antifeministas, anti LGBTI y muy especialmente antitrans. Veamos la situación a febrero de 2023.

Por el momento, se han aprobado 31 normas estatales que impiden a las personas transexuales hacer deporte en la categoría correspondiente a su identidad de género. Frecuentemente también prohíben el uso de vestuarios y baños. Si usted sigue la polémica en los artículos al uso o en las redes sociales verá que el tema de la posible ventaja competitiva de las personas trans dista de ser claro. De hecho, hace ya tiempo que el Comité Olímpico internacional estableció un criterio para la alta competición, conforme al cual todas las atletas internacionales se someten a un control de niveles hormonales dentro de los controles antidopaje y aquellas atletas que sobrepasan determinados niveles de testosterona, sean trans o no lo sean, son excluidas de la competición hasta que acrediten estar dentro de la banda de niveles admisibles.... LEER EL ARTÍCULO ENTERO