¿DONDE ESTAN LOS INTELECTUALES?

El Sr. Émile Zola acusaba al Presidente de su República, claro, era un intelectual comprometido con su tiempo, sus derechos, sus deberes y sus ideas. En cambio, los intelectuales actuales están tan ocupados en tertulias mediáticas, intentando agradar mientras ganan dinero y publicando subproductos también mediáticos con el mismo fin, que no tienen tiempo para nada más. Se ve que el tiempo y el contenido del compromiso de los intelectuales ha cambiado, desgraciadamente a peor.

El silencio de los intelectuales. Su muerte. Su traición. ¿Su desaparición? Sartre. Simone de Beauvoir. Albert Camus. Ortega y Gasset. Unamuno. Y Jürgen Habermas y Noam Chomsky como supervivientes de una supuesta época dorada. Pero, ¿dónde están los intelectuales hoy? En un mundo con amplia población con estudios superiores, con la omnipresencia de las redes sociales y en el que conviven un amplio rechazo a la autoridad y la necesidad de pertenencia a grupos, a trincheras, a guerras culturales. ¿Qué sentido tienen? ¿Cuál es su papel? ¿Dónde están? 

“La idea del intelectual como alguien que tiene una opinión genérica de casi todo, un Sartre, que puede escribir novelas, tiene opiniones políticas respetables y autoridad moral, es algo del pasado. Hoy vivimos en una sociedad de inteligencia distribuida, con mucha gente con alto nivel de información, donde las informaciones se pueden verificar, chequear. La verticalidad con la que se dirigían a nosotros no tiene ya mucho sentido”, asegura rotundo el filósofo Daniel Innerarity a la vanguardia..

El diagnóstico de los expertos consultados tiene matices, pero la conclusión no es excesivamente diferente. Como tampoco su reverso. “En un momento de crisis de los mediadores de la información, nos encontramos con una paradoja: hoy se necesitan figuras prescriptoras que iluminen el presente, que ayuden a interpretar la complejidad del momento, el exceso de información, que ayuden a leer un mundo muy complejo”, señala la directora del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, Judit Carrera.

El uso actual de la palabra intelectual , recuerda David Jiménez en su nuevo libro La palabra ambigua. Los intelectuales en España (1889-2019) (Taurus), surge de forma simultánea en las últimas décadas del XIX en la mayoría de lenguas europeas. En España tiene 130 años, antes del J’accuse de Émile Zola por el caso Dreyfus. Donde antes había filósofos, catedráticos, escritores, pasa a haber intelectuales. Es un momento de crecimiento de la clase media, de alfabetización y de mayor relevancia de la prensa, de quiebra de confianza en la Restauración y búsqueda de nuevos líderes sociales, de debates sobre quién debía dirigir el país o cómo pensar España en relación con otras naciones.

Eran otros tiempos. Para el filósofo Javier Gomá, “el famoso intelectual personificado en Zola aún permanecía en una sociedad aristocrática donde una minoría pensante decía determinadas cosas a las que una mayoría social, como Ortega apuntaba, debía adaptarse dócilmente. Hoy hay un principio democrático. Tenemos una intelectualidad dispersa. Un caleidoscopio indeterminado, imprevisible, que al mundo aristocrático intelectual le produce alergia. Hay una pluralidad incontrolable de fuentes de legitimidad no codificada, pero aun así el bien más escaso en una sociedad es el talento y acaba reconocido. Homero, pese a los bandazos de la historia, ha llegado hasta hoy. Es cierto que todo esto se mezcla con una ola de vulgaridad. No tengo una actitud desdeñosa frente a ella, es la combinación entre igualdad y libertad, una criatura nueva en la historia de la cultura. Antes había gente vulgar, ahora vulgaridad como categoría cultural. La vulgaridad es la expresión de la espontaneidad sin limitaciones y ha alcanzado un estado supremo, cualquiera puede opinar, pues uno de los valores fundamentales de la cultura actual es ser auténtico, sincero. Y tiene como resultado la mayoría de las veces una vulgaridad extrema”.

Para el editor de Taurus y Debate, Miguel Aguilar, “hoy hay una fragmentación de las audiencias, la gente que tiene vocación de intervenir en el debate público, que al final es lo que es un intelectual, es más difícil que se dirija al conjunto de la sociedad, solo a una parte. Es paralelo al auge de los medios sociales, del declive de grandes medios, la gente obedece menos a quien discrepa con ellos. Escuchan más a los que refuerzan lo que pensamos que a los que lo cuestionan,y esa es la función del intelectual, cuestionar lo que la gente piensa. La figura del intelectual como la conciencia crítica de una sociedad está en franco declive, no sé si reversible o no, pero es más difícil que una voz interpele al conjunto de la sociedad, que funciona más bien por cámaras de eco, tribus, clanes. Es una pérdida, el hecho de no poder pensar en conjunto. No hay intercambio real de ideas que interpele al conjunto de la sociedad”. 

La única representación que nos queda de los intelectuales de antes és Don Ramón Tamames, y ya ven sus señorías como anda el hombre. El resto se ha transformado en tertulianos a sueldo, o, prudentemente ha enmudecido, impotente y desengañado ante la decadencia de esta sociedad.

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