LOS INDECISOS, COMO EL ASNO DE BURIDAN

Los codician los alcaldables con más probabilidades de ganar las elecciones. Todos creen que serán capaces de seducirlos. Estos días, los medios de comunicación hablan constantemente de ellos: “Así son los 300.000 indecisos que decantarán la balanza en Barcelona”; “El cohete Collboni se aferra a las siglas del PSC para convencer a los indecisos”; “Trias está convencido de que el alto número de indecisos le va a favor:Es verdad que hay un número de indecisos muy elevado. Eso me favorece porque no creo que voten un no cambio, sino que dudan entre no ir a votar o votar por el cambio. Cabe remarcar el concepto del no cambio. Ya se lo encontrará.

Hay muchos sinónimos de indeciso (irresoluto, dudoso, cagadudas...), pero los medios hablan exclusivamente de indecisos, quizá porque, después de tantas décadas de llamarlos así, no pueden cambiar de la noche a la mañana.

Hace más de mil años hubo un rey inglés –Etelredo II– que se las tuvo con los vikingos y ha pasado a la historia como Etelredo el Indeciso, un sobrenombre espléndido, a la altura del de nuestro Joan I el Descurat. Pero hoy, no hablaremos de realeza sino del asno de Buridan, un animal imaginado por los críticos de la tesis de Jean Buridan, que defendía ponderar las decisiones por medio de la razón. 

El asno en cuestión se encuentra en un sitio que equidista de una pila de trigo y de un barreño de agua. Como tiene tanta sed como hambre, no acaba de decidir si comer un poco de trigo primero y luego beber un poco de agua o hacerlo al revés: primero agua y después trigo. Pasa el tiempo e, incapaz de escoger, sediento y famélico acaba por morirse. Según el Diccionario de filosofía de la editorial Spes, la conclusión de ello es que el libre albedrío se sustenta sobre una jerarquía de objetivos y valores y que, en ausencia de esa jerarquía, solo se puede actuar por azar. Que vaya bien el domingo, cagadudas. - Quim Monzó

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