HUMANISMO Y TECNOLOGIA

Ahora que en las mejores escuelas de negocios redescubren las humanidades, y continúan el viejo camino recorrido por Cambridge y Oxford, es precisamente cuando en nuestro país, siempre tan apegado a una falsa modernidad, se pierden sus estudios y se relega el latín a el cuarto de los malos aseos. Historia, literatura, filosofía y arte dibujan lo mínimo que debe cubrir y conocer a cualquier aspirante a capitanear una empresa, ya que podrá hacerlo mal si no entiende antes quiénes son los seres humanos y cuál ha sido su evolución. - Daniel Fernández - la vanguardia.

Pero no debemos lamentarnos en exceso, porque ya vemos que en todo Occidente flaquean los méritos escolares y que la nueva moda nos dice que la llamada inteligencia artificial (en realidad, bases de datos conectadas y con una cierta capacidad de autoaprendizaje) pronto escribirá nuestros trabajos académicos e incluso quizás nuestros periódicos y las cartas a la amada. Uno no está tan impresionado, la verdad, por Chat-GPT – yipití para los amigos– pero sí echa de menos un sentido moral, una ética que oriente la máquina y le haga entender, por ejemplo, que mentir es feo y que aceptar que algo no se sabe cuando no se sabe es, al mismo tiempo, una muestra de modestia y de humanidad.

Hemos alimentado esta inteligencia artificial con todo tipo de contenidos, muchos sujetos a derechos de autor, pero da igual, todo se ha embutido a la gran trituradora de cultura que ahora vomita butifarrones mientras esperamos que aprenda a hacer platos refinados.

Sin duda, es una revolución tecnológica, social, económica e incluso política; mucho más, incluso, de lo que supuso la irrupción de internet y las llamadas nuevas tecnologías, que ya no son tan nuevas, ya que casi todas las grandes empresas, hoy oligopolio, empezaron hace más o menos diez años. Y ahora que se ha desvanecido la utopía de una internet más democrática y libre, llena de conocimientos y virtudes, y hemos visto cómo sacaba la pata una red poblada de falornias, mentiras y manipulación, nos tiemblan las piernas cuando imaginamos lo que puede suponer esta nueva herramienta en un mundo que avanza hacia el enfrentamiento y la intolerancia.

Los talleres de La Vanguardia en los años 20. Vista de la imprenta de la calle Pelayo, con los linotipistas sentados frente a las linotipias. Las laterales fueron fabricadas por la casa Intertipe. La del fondo es de la casa Linotipo

Y sin embargo, uno es optimista. La humanidad siempre, después del sufrimiento y dudas iniciales, acabó dominando e integrando las nuevas tecnologías. No soy, déjenme decirlo así, un luddita. Por el contrario, creo que toda nueva tecnología comporta también una evolución del humanismo, que, de hecho, fue posible gracias a una renovación tecnológica: la imprenta de tipos móviles.

Chinos y coreanos ya conocían una imprenta de tipos móviles muy anterior a la occidental. Y la xilografía, la impresión mediante planchas de madera, era muy conocida cuando Gutenberg, herrero y orfebre, reconvirtió una vieja prensa de vino y fundió unos tipos de metal resistentes y capaces de crear líneas y páginas. Gutenberg pasa por ser el inventor de algo que en realidad aprovechó el socio y prestamista, Johann Fust (junto con el yerno de Fust, Peter Schöffer) y con el que el propio Gutenberg se arruinó en Maguncia, aunque después se resarciera a Bamberg. La llamada Biblia de Gutenberg, la de 42 líneas por página, es, en realidad, la Biblia de Fust.

Pero todo esto da igual, porque lo significativo fue la revolución que supuso la imprenta, que sacó el saber de los scriptoria medievales y de los copistas de los monasterios (la mayoría analfabetos) y creó un mundo lleno de imprentas y libros. Venecia de Nicholas Jenson y Aldus Manutius, el Manuzio que reencontró a los clásicos griegos y latinos. O Barcelona y Valencia, entre otras muchas ciudades. Los libros incunables, es decir, los que se imprimieron hasta el día de Pascua del año del Señor de 1500, lo son porque están hechos en la cuna, o sea, al nacimiento de la imprenta, entre 1456 y 1500. Porque ya en el siglo XVI, en la primera década se habían impreso dos millones de ejemplares en Europa, que al finalizar el siglo eran casi doscientos millones de volúmenes. Aquellos libros, esa explosión, fue la que impulsó el humanismo y el Renacimiento. Y lo que hizo posible la Reforma luterana y el mayor salto de conocimientos y nuevas ideas que haya vivido nunca la humanidad.

Jose Maria Lassalle, habla es este artículo de la perentoria necesidad de un humanismo tecnológico.

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