Por una vez, y sin que sirva de precedente, echémonos en brazos de la satisfacción. Saboreemos los frutos de la generosidad forzada, la única de la que es capaz de entender la política. ¡Vaya descubrimiento! Como si no fuera cosa sabida que el hambre agudiza el ingenio, también el de Pedro Sánchez. Pero para ser sinceros, ¿alguien piensa que un niño es peor porque ha nacido con la ayuda de un fórceps?. Compadezcamos a los abascales que abandonaron el hemiciclo. Consolémoslos recordándoles que solo duele las primeras veces. Empaticemos con quienes empachados de galleguismo feijooista –perdonen el tópico– no saben aún si subir, bajar o empujar a Borja Sémper, el portavoz popular que sufre yendo contra sí mismo, por las escaleras.
Recordemos también a quienes rompieron el tablero de juego en el 2017 que no hace falta estar en Waterloo ni en la cárcel para exigir por la vía de los votos cosas que parecen imposibles, siempre que uno cuente entre sus virtudes con la paciencia y sepa esperar las ventanas de oportunidad. Y hagamos a un lado a quienes desde el soberanismo del yo, mí, me, conmigo, recelan de un hemiciclo plurilingüe porque es más masilla que disolvente de la unidad. Estos ven alejada la fantasía de que todo reviente para construir repúblicas sobre cenizas.
Celebremos la política cuando da motivos para ello con el mismo entusiasmo con el que la vilipendiamos cuando lo merece. Cosa que sin duda sucederá, a todo estirar, mañana, pasado o quizás hoy. También en su día en el Parlament les costó a muchos aceptar que empezasen a escucharse alocuciones en castellano desde el atril. Solo que quienes lo hicieron tuvieron la ventaja de no chocar con el muro de un reglamento que impidiese hacerlo. Tampoco, cierto, fueron necesarios los pinganillos. Pero los argumentos en contra fueron los mismos que ahora, solo que en bocas distintas. Ni llevaban razón entonces ni la llevan ahora los que están abonados a la pesadilla de la balcanización. Un Congreso debe aspirar a ser la imagen más precisa de aquello que representa. Y la foto del palacio de la Carrera de San Jerónimo se asemeja más a España hoy que antes de ayer.
Fiesta mayor de la realidad lingüística también en Europa, con el catalán superando el primer escollo para convertirse en lengua oficial en las instituciones comunitarias. El riesgo de recibir un corte de mangas con el primer paso era cierto. De ahí que la noticia de que los estados van a estudiar la propuesta sea la mejor posible. Cualquier otra habría sido peor.
De la persistencia de España en mantener esta demanda como prioridad de su agenda europea y de la voluntad de utilizarla como elemento de mercadeo en los incontables asuntos que se negocian en la UE, dependerá en buena medida que la exigencia pueda materializarse.
Ah, sí, algo sobre la investidura. Basta con escribir que todas las apuestas bailan al son de las emociones, deseos, pálpitos e intereses más que de la información. Así que con dos líneas basta. - Josep Martí Blanch para la vanguardia.
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