Así está el panorama: pocas cosas hay más difíciles que hablarle de futuro a un joven. No siempre fue así. Asociábamos nuestra juventud a la rebeldía, al inconformismo, a la réplica, no habitualmente respetuosa con las generaciones precedentes –muy en especial con los padres–, y, sobre todo, a la voluntad de ser y de crear algo distinto. Queríamos un marco nuevo para un paisaje diferente. - Joan Pere Viladecans.
Pero algo falló: ahora los jóvenes reaccionan cuando ven perjudicado su estatus de comodidad, su zona de confort, como dicen los cursis, reclaman a una sociedad que los idolatra, mima y cuida unos mínimos materiales para sobrevivir con más o menos apreturas. Y lo piden a esta misma sociedad que les ha secuestrado los estímulos y los ha dejado anestesiados, insensibles, desapegados. Puros transeúntes, como si el mero hecho de ser jóvenes fuera un valor en sí mismo. “Que tengan lo que nosotros no tuvimos”. La sociedad del mercado y la multinacional los ve más clientes que personas. Y los políticos, más figurantes que votantes, indiferentes.
Algo, o mucho, ha fallado. Algo, o mucho, hemos hecho mal. ¿Hemos sido, o somos, unos malos referentes? El mundo ha cambiado muy rápido, sin casi avisar, y las generaciones se han superpuesto. Las chicas y chicos con mejor preparación, presumiblemente con más posibilidades, se encuentran con el hormigón que tapona toda inserción profesional. La rigidez laboral, un sistema educativo deficiente que puede llevar a la exclusión social y por tanto al abismo. Unos se irán. Y otros, con los sempiternos auriculares colocados, el móvil y la pantalla, engrosarán esa ingente bolsa de ciudadanos apáticos, somnolientos, autoexcluidos.
Cargando –¿como víctimas?– con lo peor de la avalancha tecnológica. Una niebla autista planea sobre muchos adolescentes con posibles desarreglos mentales y de adaptación. Los médicos alertan, también, de un aumento de casos de miopía, y lo que vendrá con la dependencia absoluta y la pérdida de criterio a la que nos llevan las redes sociales.
Al grano: solo son ensayos, pero por fortuna algunos sistemas docentes empiezan a desaconsejar el uso del móvil en las aulas. Y con buenos resultados de sociabilidad, expresión oral y literaria… Veremos.
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