“¿Lo escuchan? Es el silencio”. Lo dijo Albert Rivera. Pero, prescriptores sofistas aparte, escuchar ciertos silencios es ciertamente interesante en medio de tanto ruido y palabrería afectada de ansiedad. 

El discurso poco interesante que Feijóo soltará en el Congreso, con un debate de investidura que no le llevará a ninguna parte que no esté en la poltrona de jefe de la oposición, no es el único vacío y engañoso que estos días muchos políticos no nos ahorran. 
Tras la investidura fallida de Feijóo, deberá venir el intento de Sánchez, y para que sea exitoso, harán falta los votos de Junts. También los de Sumar, ERC, Bildu, PNV y BNG, claro, pero estos el PSOE ya los tenía la pasada legislatura y los tendría ahora sin demasiado problema y sin el tronco central de las demandas que ahora los de Carles Puigdemont han puesto sobre la mesa.
El expresidente, en parte, calla más que los demás por eso. Ya lo hacía cuando le daban por políticamente muerto desde hacía años y seguía marcando la pauta en Junts. Tampoco necesita reclamar foco, cuando los manifestantes y micrófonos de la derecha le reclaman preso y le siguen señalando como el enemigo público número uno de la unidad de España. Pero además el silencio denota cálculo no exento de riesgo. 
Ahora disfruta de un rol central que, tal y como ha llegado, puede irse. Y se puede coger mucho los dedos (y con él, un espacio político), tanto si pacta a la baja, como si pacta un cambio de registro significativo que capitalicen otros, como si provoca unas elecciones en las que los sufran. El actual silencio de Puigdemont dice muchas cosas. Por ejemplo, que por cobrarse de antemano la amnistía, ya va tarde.
Este sería el guión previsto por Toni Aira, pero hay otros dos guardados en la cómoda, uno de ellos sería que se produjera un 'Tamayazo', que yo no descartaría, cuatro diputados del PSoe se pueden encontrar mal mañana, y Feijóo sería elegido presidente del Gobierno. Es una posibilidad remota, pero posible.  La otra, es lo que seguramente sucederá, Feijóo no será investido y Sánchez dirá que no puede formar Gobierno e iremos a elecciones, lo que Sánchez lo sabe y lo tiene decidido desde el primer momento. 
¿Qué consigue? Desgastar al PP, Vox y Junts, pues estos dos últimos se arreglarán aún más en unas próximas elecciones y además, deja al Pp con la duda de si continuar con Feijóo como candidato o buscar un sparring de más nivel para luchar contra Sánchez. La solución la sabremos pronto, mañana la de Feijóo y la del otro en unos días. 
Quizás de ahí el silencio de Waterloo, el resiliente Puigdemont quizá se ve a venir la jugada de Sánchez, y no es que precisamente le convenga.