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LA LENGUA DE MADERA

La manipulación de la verdad pasa a través de la distorsión del lenguaje, como en la obra de Orwell, con el nombre de “Neolengua”, aunque ahora se hable de posverdad, que no deja de ser un eufemismo para definir la mentira, la manipulación de la información. Roger Scruton

“La neolengua interviene cada vez que el propósito principal de la lengua, que es describir la realidad, es sustituido por el propósito opuesto: la afirmación del poder sobre ella. Aquí, el acto lingüístico fundamental coincide sólo superficialmente con la gramática asertiva. Las frases de la neolengua suenan como aserciones en las cuales la única lógica subyacente es la de la fórmula mágica: muestran el triunfo de las palabras sobre las cosas, la futilidad de la argumentación racional y el peligro de resistir al encantamiento. Como consecuencia, la neolengua desarrolla una sintaxis especial que, si bien está estrechamente conectada a la que se utiliza normalmente en las descripciones ordinarias, evita con cuidado rozar la realidad o confrontarse con la lógica de la argumentación racional. Es lo que Françoise Thom ha intentado ilustrar en su estudio, ‘La langue de bois’ (“La lengua de madera”). Thom ha puesto de relieve algunas de sus peculiaridades sintácticas: el uso de sustantivos en lugar de verbos directos; la presencia de la forma pasiva y de la construcción impersonal; el uso de comparativos en lugar de predicados; la omnipresencia del modo imperativo”.
Durante mucho tiempo se ha venido llamando «lengua de madera», por su pesadez y su lisura o vacío de contenido, a la vieja y estereotipada lengua burocrática, pero luego se ha extendido a todos los ámbitos y, tomada a broma,  es suficiente mirar y leer en nuestro entorno preciosas formulaciones como: "Trastorno del comportamiento perturbador no especificado", "Violencia de género", "daños colaterales" o cómo se denomina un camión municipal de la basura, para comprobar que se trata de fórmulas difícilmente sostenibles con la mínima racionalidad; es gramática pedante y espantosa, pero, en realidad es un lenguaje que trata de hacernos abrir la boca del mismo modo para que pensemos todos lo mismo.
La lengua de madera  se puede definir como un conjunto de procedimientos que, mediante el uso de artificios, intentan disimular el pensamiento de quien la utiliza para así influir mejor y controlar el pensamiento de los demás. Convencional, prefabricado, desconectado de la realidad, este discurso reconstruye lo real repitiendo incansablemente las mismas palabras y fórmulas estereotipadas, los mismos lugares comunes, los mismos términos abstractos. No hay en él información verificable ni argumento susceptible de ser contradicho, sino aserciones retóricas, falsas evidencias, omisiones voluntarias, eufemismos continuos, metáforas gastadas, comparaciones vagas y tautologías; se recurre continuamente a la voz pasiva que oculta cualquier responsabilidad individual —el famoso «se han cometido errores» o mistakes were made— que se ha convertido en frase hecha en inglés- se trufa con neologismos y expresiones aparentemente sabias que impresionen. La lengua de madera cuenta con recursos inagotables para ocultar fingiendo que muestra, para eludir dando la impresión de que afronta los problemas, para intoxicar con falsas verdades, para manipular al otro halagando su razón.
La lengua de madera no quiere decir absolutamente nada, pero hace años ya que el lenguaje político, y hasta el administrativo, lo vienen utilizando y, por contagio o en vista de su eficacia, ha pasado al lenguaje de los medios, la publicidad y hasta la conversación. Y pongamos por caso la palabra «evento», que don Antonio Machado ponía en solfa diciendo que no se debe decir «los eventos consuetudinarios que acaecen en la rúa», sino «lo que pasa en la calle» que, además, es lo propiamente literario. 
Pero sobreabundan otras palabras o modismos de madera que no significan nada, y al señor Marx le molestaba ya la palabra «progresista», que definía como «el tonto del calendario», porque sabía muy bien quiénes eran los que podían esperar el progreso en pleno primer industrialismo.
Lo que pasa es que «con el correr de los años –señala igualmente François Thom–, la «lengua de madera lo que ha llegado a constituir finalmente es una serie de encantamientos mágicos convertidos en una cadena de axiomas necesarios», y «lo extraño de la lengua de madera viene de que, a diferencia de las otras lenguas, no tiene más que una función: servir de vehículo a la ideología....» A robarnos el propio pensamiento, a desinformarnos..
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