El 20 de diciembre de 1973, Luis Carrero Blanco, el primer presidente del gobierno nombrado por un Franco senil, sale de su casa en Hermanos Bécquer, 6. La agenda del almirante mantiene un guion tan rígido como sus convicciones políticas. El Dodge negro sigue el trayecto acostumbrado hasta la calle Serrano: Carrero asiste a misa y comulga. A las nueve y diez, va los etarras Argala y Kiskur esperan en la confluencia de Claudio Coello y Diego de León... El resto es Historia: el vehículo presidencial sube Claudio Coello, donde los terroristas han excavado un semisótano en el número 104: Argala activa la bomba a las nueve treinta y seis. El Dodge se eleva treinta y cinco metros para desplomarse sobre la cornisa interior del convento de los jesuitas. Según el primer «avance informativo» de TVE, un escape de gas había provocado la explosión.
"A ver si pueden enterarse si el coche del señor presidente del Gobierno está por ahí volando, puesto que no sabemos nada y pasaba por ahí hace unos momentos", la premonitoria frase es del mando que  coordinaba por radio las primeras indagaciones policiales tras el atentado que costó la vida a Luis Carrero Blanco. Era la mañana del 20 de diciembre de 1973 y ETA acababa de hacer explotar 100 kilos de dinamita en la calle Claudio Coello de Madrid al paso del coche oficial del que, en ese momento, era el número dos de Francisco Franco, el dictador. 
Cuando se conozca la autoría del "comando Txikia» -Wilson Argala, Ezkerra, Kiskur, Zigor... - con la colaboración de la siniestra Genoveva Forest, ETA se pondrá medallas «antifranquistas»; la izquierda reiterará durante años un mantra que dará oxígeno a la banda terrorista: su atentado aceleró la descomposición del régimen.Se hablará de la aquiescencia estadounidense -en la víspera, Kissinger se entrevistaba con Carrero-, que no supo o no quiso saber nada de unos activistas que campaban a sus anchas por Madrid, gratamente sorprendidos por la ausencia de medidas de seguridad.

¿Quién fue el auténtico cerebro? ¿La planificación del atentado fue sólo obra de ETA?, inquiere Manuel Cerdán en la novela Matar a Carrero. ¿Es lógico que el sumario conste de poco más de tres mil folios, cuando merecería decenas de miles? ¿Por qué se cierra la investigación el 11 de mayo de 1977, con un acto «desolador», y solo tres de los inculpados -Wilson, Goiburu y Ezquerra fueron a prisión? El periodista habla de "conspiración".

El ogro de las cejas gruesas. - Pese a su talante inmovilista -compartía con Franco la obsesión por el contubernio marxista y judeomasónico-, Carrero apoyó al Opus frente a la Falange y pretendía seguir con todo detalle la «hoja de ruta» de una sucesión con el Príncipe Juan Carlos de protagonista, ignorando al lobby de Carmen Polo/Martínez-Bordiú que postulaba la alternativa del duque de Cádiz.

Más preguntas. ¿Por qué el SECED, creado por Carrero y dirigido por el teniente coronel San Martín, no detecta a unos etarras que habrían podido matar al almirante en cualquier misa matinal? A López Rodó le sorprende que los servicios de seguridad del Estado «no tuvieran información sobre una galería subterránea que venía excavándose durante varias semanas bajo una calle por la que pasaba a diario el presidente del Gobierno... y que los servicios de inteligencia estadounidenses tampoco hubieran detectado una excavación que se realizaba a menos de cien metros días antes de la venida del secretario de Estado, Henry Kissinger».

En el Ministerio de Gobernación mandaba Arias Navarro, candidato del búnker falangista-militar para recuperar la iniciativa. La ultraderecha y el antifranquismo celebraron la muerte del almirante. Los primeros, para alterar el orden sucesorio; los segundos, agradeciendo que ETA acabara con el ogro de las cejas gruesas. Si algo «aceleró» ETA fue la presidencia de Arias Navarro y la ejecución de Puig Antich. ¿Quién mató a Carrero Blanco?. ¿Es cierto que ninguno de los tres Lopeces que alguno de ellos cada día le acompañaban a Misa ese día se durmieron?.