El decreto ómnibus ha desconcertado a mucha gente. Las votaciones del 10 de enero no son de fácil digestión. El Gobierno no ha salido formalmente derrotado del trance de los decretos, pero sí desgastado por unos pactos que rompen una proporción imaginaria entre el electorado socialista más dispuesto a la transacción. Desproporción , esa es la palabra. Todo empieza a percibirse como demasiado complicado. La proporción áurea, base de la percepción armónica de la realidad, se basa en una recurrencia. La famosa secuencia de Fibonacci ( Leonardo de Pisa, matemático italiano del siglo XIII) comienza con 0 y 1, y partir de ahí cada número es la suma de los dos anteriores (0,1,1,2,3,5,8, 13,21,34,55,89...) Si dividimos cada número por el anterior, nos da una cifra que tiende a 1,6, phi, el número áureo. Esta proporción se da en la naturaleza y ha sido asimilada por las artes plásticas, la música, la arquitectura y los diseños industriales que desean transmitir belleza y orden. La secuencia de Fibonacci aparece en los pétalos de una rosa y establece los tamaños de la pantalla de un ordenador.

La política obedece a otra recurrencia, la de la dialéctica hegeliana: afirmación, negación y síntesis. En política, después de un fuerte enfrentamiento suele venir un momento de asentamiento, para después volver a la bronca. Después de noviembre nacional vino un diciembre tradicional, y ahora estamos en un enero electoral donde todo vuelve a agitarse, así en Madrid como en las playas de Galicia.

Pero la comparación con Fibonacci no sólo es aplicable a los homínidos políticos. El fotógrafo y guía polar Piet van den Bemd captó con su dron increíbles imágenes de dos ballenas jorobadas alimentándose en la Antártida, donde los mamíferos crearon el famoso patrón matemático conocido como la espiral de Fibonacci. Así, las burbujas desplegadas en la superficie del océano formaron la curiosa espiral que aparece a menudo en el mundo natural, desde la vida vegetal hasta el animal. Durante esta técnica de alimentación, los cetáceos colaboran entre ellos, se sumergen en el agua bajo sus presas y después usan sus espiráculos para generar burbujas. Como resultado, crean una especie de círculos que les ayudan a confinar los peces y el krill en espacios más reducidos para atraparlos.

Esta última estrategia se llama alimentación con redes de burbujas y se basa en una cooperación esmerada entre dos o más ballenas jorobadas, según Van den Bemd que describió este proceso en redes sociales. Asimismo, se detalla que a veces también utilizan las burbujas como herramienta para intimidar a sus rivales.

Entendéis ahora por qué a veces se habla de animales políticos.