ROBAR A LOS MUERTOS


Koldo García, el exasesor del exministro de Transportes José Luis Ábalos y epicentro de la trama de cobro de comisiones por la venta de mascarillas a varias administraciones en plena pandemia, ha roto el silencio por criticar el trato que el PSOE ha dispensado al político valenciano que fue expulsado y ahora se encuentra integrado en el grupo mixto en el Congreso y para asegurar que "no hay ninguna manta de la que tirar". En una entrevista en OKdiario, Koldo García, asegura respecto al trato del PSOE Ábalos que calificarle de "injusto" sería "suave". "Yo creo que se está siendo cruel con él", remacha el exasesor quien ha elogiado al también ex secretario de organización socialista. "Creo que es un hombre que lo ha dado todo, no por sí mismo, sino por España, y que ha sido un fiel servidor público", aseveró para opinar que "las personas que deberían haberle ayudado en situaciones difíciles , pues bueno, no han estado a la altura", en alusión a sus antiguos compañeros del PSOE.

"Cuarenta y ocho millones de personas, menos, si descontamos a los trabajadores esenciales y los que se hicieron pasar por tales, encerrados a cerradura y cerrojo en sus domicilios y obedeciendo con disciplina prusiana al gobierno. En nombre del bien se expropiaron temporalmente las vidas y en nombre del miedo se aceptó dócilmente esta colectivización. Cada uno vivió todo aquello de acuerdo con su manera de pensar y sentir. Unos, los que más, plenamente solicitados a cumplir con las obligaciones que el poder público improvisaba.Otras, los menos, críticos, aunque igualmente obedientes con los protocolos que se iban dictando uno tras otro.- Josep Martí Blanch. Pero todos, desde los más disciplinados hasta los más díscolos, plenamente convencidos de obrar en beneficio del bien común, aunque difieran sobre la mejor manera de alcanzarlo. Ésta es una cuestión trascendente porque lleva a cuál era la motivación que había detrás de cada afirmación durante la pandemia. Quienes defendían el confinamiento y quienes lo combatían habrían podido llegar al insulto, e incluso en sus manos, en el curso de sus vehementes discusiones. Pero ambos colectivos eran honestos en sus motivaciones y al considerar que sus razonamientos, acertados o no –esta es otra cuestión– eran la mejor forma de hacer frente a la fatalidad. Como en todo país civilizado fue la ley la que finalmente se encargaba de desempatar, dando y sacando razones a través de la coerción.

La trama de comisiones ilegales en la compra de mascarillas con epicentro en el Ministerio de Fomento del gobierno del PSOE que se investiga en estos momentos nos remite de nuevo a aquel tiempo que vivimos en la memoria como un paréntesis forzado. Sabíamos ya de enriquecimientos pornográficos de individuos sin escrúpulos, ya fuera en Madrid, Cataluña o en cualquier otro lugar. Pero hasta ahora restaba la esperanza de atribuirlos únicamente a la desvergüenza moral de algunos comisionistas que, operando desde el ámbito de la esfera privada, se habían llenado los bolsillos a costa de nuestro miedo y nuestros irracionales pero exigibles exigencias de apremio a la clase política.

Esto de ahora añade una capa de escarnio difícil de digerir. Nos descubre, ya sin posibilidad de mirar hacia otro sitio, que también había cuadrillas de bandoleros actuando como tales desde las propias instituciones. La bofetada humillante que recibimos los ciudadanos es extremadamente dolorosa. La trama Koldo nos dice claramente que entre los muchos que decían querer salvarnos la vida también los había que sólo pretendían vaciarnos los bolsillos. La trama Koldo indica que entre los que querían salvarnos, algunos querían vaciarnos el bolsillo. Nos dijeron que la pandemia era una guerra. Y algo cierto tenía la afirmación a la vista de los acontecimientos que hemos ido conociendo. En efecto, algunas comparaciones entre la Covid-19 y un conflicto bélico resultan perfectamente afinadas. Una de ellas es que la pandemia, al igual que las carnicerías militares, sacó lo mejor y lo peor de la especie humana. Y entre lo peor, sin duda, la forma de hacer de los implicados en la trama de corrupción que se investiga. Pues no difiere de la que practican en medio de un campo de batalla aquellos que buscan entre los cadáveres para apoderarse de relojes, cadenas y dientes de oro. Una forma diferente pero más eficaz de robar a los muertos, y en su caso también a los vivos.

De las lecciones que debía proporcionarnos la pandemia hay una que ya podemos elevar a la categoría de verdad científica probada. Refiere a la imposibilidad de suspender o rebajar los controles de la administración a la hora de contratar bienes y servicios para ganar en eficacia y rapidez, incluso en el marco de una emergencia sanitaria. No es que el hombre sea un lobo para el hombre. Es más bien que nuestra especie está hecha de ovejas y lobos. Y los segundos, aunque sean menos en número, no pierden la ocasión de saltarnos al cuello en cuanto confirman que el rebaño está desprotegido.

La justicia determinará lo que sea con los hechos que puedan probarse. Siempre será insuficiente para resarcirnos del mal provocado por estos ladronzuelos de tumbas. Que la historia demuestre que siempre ha sucedido lo mismo en cada desgracia colectiva no es un consuelo. Sólo constata cuándo inamovible resulta la naturaleza de algunos seres despreciables. A las ovejas nos queda, más allá de la justicia, escupirlos simbólicamente en la cara. En este escupitajo coincidiremos todos, con independencia de cuánto nos peleáramos durante la pandémica por una mascarilla de más o una vacuna de menos".

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