EL APAGADO RUIDO DE LOS APLAUSOS

Durante la pandemia del coronavirus el silencio se adueñó de las calles. Solo se fracturaba por los aplausos y vítores que regalábamos a nuestros sanitarios a las ocho de la tarde en las ventanas, terrazas, balcones o rellanos. Aquel silencio era ruidoso en el interior de los hospitales, donde ellos seguían entre urgencias, enfermos, sin un minuto de reposo. Pensábamos que aquella demostración de estima colectiva aplaudiendo ritualmente era sentida hasta que nos convencimos que eran tan nuestros que decidimos olvidarlo.

El pasado viernes el conseller de salut Manel Balcells en declaraciones a Jordi Basté en Rac1, cuantificó en un 13 por ciento el aumento de agresiones a sanitarios respecto al pasado año que ya había crecido desde que liquidamos la gravedad del virus. Es incomprensible aplaudir a los sanitarios y a la vez maltratarlos. Ya no es por las agresiones estos últimos días en el Parc Taulí, en el Hospital de Terrassa o en el Trueta de Girona, todo lamentable sin ninguna duda es por los centenares de agresiones verbales o físicas a, entre otros, enfermeras, telefonistas, médicos porque o no les atienden con la rapidez que en la actualidad se exige, porque le dan la cita en la consulta de aquí a medio año o porque sienten que su enfermo no está cuidado de la forma que creen que se merece o simplemente porque el tono adoptado en diagnosticar una enfermedad no es el adecuado.

Intolerancia, exigencia, dureza e incluso agresividad es inadmisible en este grupo de gente a quien, durante el confinamiento, aplaudimos como si fueran nuestros ángeles de la guarda. Se llenaron las mesas de los periódicos de cartas al director reclamando mejoras salariales para los sanitarios alzando la voz sobre su precariedad. Superada la pandemia del coronavirus, la carroza se ha convertido en calabaza y no hemos aprendido ni una del manojo de lecciones que nos regaló.

Al revés, hay una inmoral agresividad en la sociedad, arrastramos una ridícula inmediatez que nos ciegue. En un mundo obsesionado y estruendoso deberíamos respetar a todos aquellos que nos ayudas a tener una vida más agradable y no hacerlos responsables de las carencias del sistema. No podemos poner un policía en las entradas de CAPS o hospitales, simplemente porque, en los últimos años, nos hayamos convertido en una sociedad más vulnerable y débil.

Por esas y por más razones se da la fuga de sanitarios al Extranjero. En 2023, Madrid, Santa Cruz de Tenerife, Baleares y Sevilla son las comunidades con más fugas, mientras que  las comunidades que ganaron enfermeras, fueron Pontevedra, Huelva y Cádiz.

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