GIBRALTAR ES DE TODOS

La marca España salió ilesa de la celebración de la Eurocopa por sus héroes futbolísticos en Cibeles, aunque uno –tengo que decirlo– tuvo el alma en el cuerpo a lo largo de las dos horas del show. Cada jugador que aparecía en el escenario invocado por Álvaro Morata era un córner de Inglaterra en los últimos cinco minutos de la final... Joaquin Luna en la vanguardia.

De entre todos los destrozos posibles, los asuntos minados y las hipotéticas polémicas –ver la defenestración de Luis Rubiales en otra celebración–, los jugadores optaron por reclamar la españolidad del peñón de Gibraltar, bajo soberanía británica a perpetuidad por lo de los tratados firmados. A diferencia de los contratos de los jugadores, se cumplen a rajatabla.

Tras superar a un conato de día del orgullo gay – Carvajal con el torso desnudo repartiendo abrazos de osito–, los jugadores salieron dignamente del trámite de una celebración con la afición, algo sin protocolo que suele originar escenas lamentables , vivas y más vivas y alguna gamberrada poco pedagógica a asistentes, masajistas o respetables miembros del cuadro técnico. Sin consultarlo con nadie, a los jugadores les salió la vena paródica sobre el patriotismo y gritaron: “Gibraltar español!”. Como podían haber dicho: "¡Raúl selección!" o “Puigdemont presidente!”. Es decir, puro cachondeo. Por cierto, el mini yo de Almeida apoyó esa petición.

La españolidad de Gibraltar es el sexo de los ángeles. Nunca he conocido a un ciudadano que el tema le interese mucho y se lo tome en serio, salvo Franco, y muy de vez en cuando, porque en los años cuarenta y cincuenta se montaban romerías frente a la embajada británica, un poco para pasar el rato y tener entretenidos a los falangistas. Una vez hubo más fervor del protocolario y una concurrencia superior a la habitual, por lo que el ministro de la Gobernación ofreció al embajador del Reino Unido refuerzos policiales. La respuesta fue antológica: Preferiría que la próxima vez no me envíe tantos...

A falta de cánticos regionales e insultos al clero, nada más inofensivo que pedir la devolución del Peñón, conscientes de que no nos importa y que no sería un buen negocio porque la colonia da mucha ocupación al campo de Gibraltar –no abunda – y el Reino de Marruecos podría empezar a reivindicar Ceuta y Melilla (sin relación formal, pero ya sabemos cómo van estas cosas de las patrias).

El Gobierno de Gibraltar tiene la obligación de protestar y no unirse a la fiesta, y el RFEF, de aconsejar que la próxima vez defiendan la españolidad de las islas Chafarinas. Así como son estas celebraciones, uno se da por satisfecho con la del lunes en Cibeles. El país salió ileso, e incluso con buena sintonía. Pero no és así en el caso de Argentina, a quien Francia quiere demandar por sus cánticos racistas.

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