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LA MIRADA DE LAS MIL YARDAS

Si la mirada es el espejo del alma, a menudo, en esas superficies se puede advertir la huella de un trauma psicológico. De hecho, hay un fenómeno que describe este comportamiento ocular tan característico y que se acuñó durante la Segunda Guerra Mundial. El trauma se expresa de muchas maneras; también en los ojos. La «mirada de las mil yardas» tiene el rostro de aquella niña afgana de ojos verdes que fue portada en National Geographic en los años 80. También aparece en todos esos soldados que vuelven de la guerra y que fueron testigos de atrocidades difíciles de narrar y de asumir. Este término lo acuñó en 1944 el corresponsal de guerra Tom Lea, en la revista Life. En la tapa aparecía la llamativa imagen de un marino de la Segunda Guerra Mundial. A su lado, titulaba: «Marines Call It That 2,000 Yard Stare». Su expresión era el lienzo perfecto de la anatomía del dolor psicológico. De unas heridas internas difíciles de curar. La «mirada de las mil yardas» (thousand-yard stare) es un término popular para describir un signo clínico de las personas que vivieron una situación estresante o adversa. Es la manifestación gestual o expresiva de un trauma psicológico profundo o suceso angustiante y mantenido en el tiempo. Curiosamente, el médico Johannes Hofer reseñó esta misma característica en el siglo XVII. Cuando una persona lleva tiempo en medio del combate -situación de tensión sostenida-, quizás termine en un estado de insensibilidad y anhedonia. Deja de expresar emociones y su mirada se pierde. La escritora Joan Didion habló de este fenómeno en su libro El año del pensamiento mágico, donde narró su experiencia tras la repentina muerte de su esposo, John Gregory Dunne. Las personas que lidian con un trauma, dijo Didion, se reconocen entre ellas por la mirada. Es como cuando vas al oftalmólogo y te dilatan la pupila. Caminas como perdido. Se trata, por tanto, de un matiz producido por una serie de procesos psicológicos que serán analizados a continuación.

Pues bien, uno diria que a Don Alberto Núñez Feijóo se le está empezando a poner esta mirada perdida. Demasiados frentes para combatir y perdiendo en todos parece inevitable. Madrid me mata, se decía, y es que a este señor le ha sentado muy mal cruzar el Rubicón para irse a merodear por la comunidad de Madrid.

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