A PROPÓSITO DE LOS CUCHILLOS ZOMBIS

Los altares en memoria de los adolescentes caídos en plena calle y a la luz del día son una escena habitual en la periferia de Londres. Y especialmente en barrios como Croydon, que arrastra la mala fama del distrito con más menores muertos a punta de los temibles cuchillos zombis, popularizados por las películas apocalípticas y caracterizados por esas hojas aserradas que tienen un efecto fulminante.

Nos puede sorprender que el gobierno británico dé unas semanas de margen a todo el que tenga machetes y cuchillos largos inspirados en las películas de zombis para entregarlos, bajo amenaza de penas de cárcel. Pero aunque los cuchillos zombis aquí nos suenan extraños, en Cataluña el problema de las armas blancas también se acentúa. Solo esta semana ha habido más de una decena de delitos con armas blancas de por medio, como una pelea en el Parque de la Barceloneta, el asesinato de un pescador en Arenys de Mar y la puñalada en el padre de Lamine Yamal. El año pasado los Mossos d'Esquadra se incautaron de 9.180, casi el doble que en el 2019, cuando se incautaron de 4.899.

La mayoría de estas armas –tres de cada cuatro– se requisan en la calle, y normalmente se trata de cuchillos, puñales, machetes y navajas, pero hay más extrañas, como arpones de pesca submarina. Este año el Sistema de Emergencias Médicas ya ha atendido a 361 puñaladas y cuchilladas. En total, el pasado año fueron 575, y en 2022, 554. El problema de las armas blancas empieza a preocupar a las autoridades. En julio el comisario jefe de los Mossos, Eduard Sallent, avisó de que este verano harían más controles para buscar armas blancas, porque habían detectado un aumento preocupante en la calle y en los espacios de ocio. El teniente de alcaldía de Seguridad de Barcelona, ​​Albert Batlle, hizo un llamamiento a la "conciencia ciudadana" con este tipo de armas. ¿Quiere esto decir que deben prohibirse? No es tan sencillo.

No podemos normalizar la presencia de machetes en las calles, ni que los más jóvenes lleven navaja para hacer el fanfarrón con los amigos

Una cosa es un machete de color negro digno de un orco de El señor de los anillos, con una cara de la hoja dentada como una sierra, la otra afilada como una espada, escritos violentos y un mango fluorescente –como son los llamados cuchillos zombis–, y otra es una navaja de trabajo, un cuchillo de cocina, un hacha o un machete de cazador. Son herramientas que están legalizadas y que tendría poco sentido prohibir, pero tiene menos sentido que se lleven en un concierto, para caminar por la calle o en una fiesta. No hemos llegado a la situación de emergencia que se vive en Reino Unido, pero no podemos normalizar la presencia de machetes en las calles, ni que los más jóvenes lleven navaja para hacer el fanfarrón con los amigos. El catedrático de la Universidad de Barcelona experto en psicología de la violencia y criminología Antonio Andrés Pueyo alerta de que existe una "moda" creciente entre los jóvenes con las armas blancas. Las armas blancas son más fáciles de conseguir que las de fuego, entre otras cosas porque con frecuencia tienen usos legítimos y son necesarias. Pero los Mossos d'Esquadra son conscientes de que son un problema –se han utilizado en el 42% de los homicidios de este año– y han aumentado su control. Por eso han puesto en marcha un Plan de Seguridad Integral específico. Ahora, también debemos ser conscientes de ello como sociedad. Somos todos los que debemos vigilar, que cuchillos, navajas y machetes no se normalicen para amenazar, para reforzar actitudes chulescas, ni por otra razón que no sea el uso principal que deberían tener: servir de herramienta, cada uno en su contexto.

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