EN EL DÍA MUNDIAL DEL PEATON QUE VA A PIÉ

Hoy, día mundial del Peatón, es oportuno comentar que, a partir de ciertas edades, pasear por la ciudad obliga a geolocalizar mentalmente los lavabos públicos. Los de los bares, restaurantes, hoteles y cafeterías- pastelerías, porque lavabos públicos de verdad hay pocos (el espacio entre contenedores no cuenta). Con respecto a la aplicación de la normativa que castiga la incontinencia con multas de hasta 600 euros, es una normativa fracasada, parecida a la que las autoridades de París quisieron imponer contra los llamados, sic, “vertidos salvajes de orina”.

Pero esta mingitoria es solo una de las dificultades del peatón en la ciudad no es para él. Así es y así de categórico lo afirmo. En las aceras de las ciudades el que sobra es el peatón, simplemente porque no cabe, por qué estorba.

 

En las aceras hay carril-bici, árboles plantados dentro del cuadrado lleno de colillas, papeleras vacías llenas de papelitos en el suelo a su alrededor, marquesinas de autobuses, las plantas del comercio chino de turno, cacas variadas de perros, mesas y sillas de las terrazas, y por allí circulan bicicletas, patinadores, mono patinadores, segways, patinetes eléctricos y es también lugar de aparcamiento de motos.

¿Quién sobra? el pringadillo del peatón, el desgraciado que no tiene posibles para desplazarse con algún medio de los anteriormente descritos. Si hasta a los patos les han puesto un carril para ellos.

Vergüenza les debería dar quejarse de bicicletas y otros sistemas de transporte no bípedo. ¿Qué no ven que son ellos los que molestan? Que todos los que he explicado, los ciclistas, los primeros, les tienen que ir esquivando por las aceras, con el peligro que esto representa para ellos y la pérdida de ritmo pedaleador.

Si eres un pringadillo, un pobre desgraciado de peatón, no seas toca pelotas y no salgas por las aceras a molestar, quédate en casa viendo Netflix en el sofá, haz macramé, o métete en la cama a acariciar sueños imposibles, pero haz el jodido favor de no molestar, ni desgastar más el suelo de las aceras de tu ciudad, que como decía Arribas Castro es un millón de cosas, pero en la que tú, peatón desgraciado, no tienes cabida.