EN EL FONDO OSCURO DEL ALMA



En el fondo oscuro de mi alma, invisibles, fuerzas desconocidas trababan una batalla en la que mi ser era el suelo, y todo yo temblaba con el embate desconocido.  Fernando Pessoa.

Gaza representa a los pueblos pobres del planeta, los desheredados, los expoliados y explotados y luego demonizados, despreciados y considerados desechables. La política de exterminio es apenas un modelo. Gaza no es solo Gaza. Martirizada e indomable, es también un símbolo universal. Representa al mundo colonizado. Al inmigrante, al oprimido, a la mujer, al indio, al negro. El trato que Gaza reciba, es el mismo que recibiremos los demás. “Gaza es el primer experimento para considerarnos a todos desechables”: frase de Gustavo Petro, replicada por el político y escritor griego Yanis Varoufakis. El genocidio en Gaza ha polarizado a la humanidad. De un lado, crece globalmente una conciencia solidaria y anticolonialista, derivada del apoyo al pueblo palestino. 

Por el otro lado, en contraposición y ligadas a los intereses de Israel, se afianzan la intolerancia, la xenofobia, la islamofobia y la puesta en práctica de métodos extremos de expoliación, invasión y exterminio.  Ligadas a los intereses de Israel, se afianzan la intolerancia, la xenofobia, la islamofobia y la puesta en práctica de métodos extremos de expoliación.

Ante los horrores de la Segunda Guerra Mundial, el escritor George Bataille tuvo una visión. Bataille vio la Tierra proyectada en el espacio como una mujer que grita con la cabeza en llamas. La imagen se despliega hoy ante nuestros ojos. Somos testigos del genocidio: esa será nuestra impronta generacional.

La tolerancia y complicidad con los crímenes de guerra de Israel empuja a Occidente hacia el abismo de lo inhumano. Al permitirse a sí mismo lo que le ha tolerado a Israel, Occidente asumirá la guerra como medio y el expolio como fin. No habrá iracundia ni salvajismo que no considere lícitos y no utilice en beneficio propio. 

La tolerancia y complicidad con los crímenes de guerra de Israel empuja a Occidente hacia el abismo de lo inhumano

Niños despedazados; mujeres quemadas vivas; pueblos condenados a la sed y el hambre; tortura de prisioneros; recién nacidos destinados a morir; violación de todo asilo, sea escuela, hospital o campo de refugiados. Ni siquiera el Bosco, en su más delirante pintura del infierno, llegó a imaginar lo que a diario aparece hoy en pantalla. Desautorizando y ninguneando a la ONU, los Derechos Humanos, las organizaciones de ayuda humanitaria o los altos Tribunales Internacionales, y libres ya del peso de la ética, del respeto y de la compasión, los imperios antiguos y el imperio reciente se irán convirtiendo en maquinarias rabiosas, desencadenadas. 

La distopía occidental se va fraguando y asoma la cabeza. Podría predecirse que, así como la caída de Constantinopla marcó la ruina del Imperio Bizantino, de la misma manera, el genocidio de Gaza sella el fin de la civilización occidental. 

El Imperio no asume pasivamente su crisis irreversible. Antes de perder su hegemonía, querrá arrastrar en su caída al resto de la humanidad. A medida que ve cuestionados sus privilegios, los defiende a mordiscos cada vez más brutales. Implementa medidas draconianas contra la inmigración, como arrebatarles los niños a sus padres y retenerlos en jaulas. O como el oprobioso asilo offshore, que consiste en detener contingentes de indocumentados para deportarlos hacia zonas desérticas e inhóspitas del planeta, donde les esperan el aislamiento, la inanición y la muerte.   

Ante una devastadora crisis ambiental, los países ricos perfeccionan el arte del saqueo. Llenarán sus despensas a expensas del resto del mundo

Se atrinchera en fronteras militarizadas y acumula arsenal. Levanta economías internas basadas en la industria armamentista: desarrollo al servicio de la muerte; tecnología de punta para el Armagedón; laboratorios farmacéuticos, no en función de la salud, sino de las armas biológicas; bombas tácticas y estratégicas; misiles hipersónicos. Juguetes atómicos y demás parafernalia de destrucción masiva.

Gaza representa a los pueblos pobres del planeta, los desheredados, los expoliados y explotados y luego demonizados, despreciados y considerados desechables. La política de exterminio diseñada para Gaza es apenas un modelo. Un experimento de lo que se pretende aplicar, y se está aplicando ya, a las masas de migrantes, las razas no blancas, las religiones no cristianas.  Una Gaza liberada rompería la secuencia automática de la fatalidad. Simbolizaría el entierro del viejo orden y el acceso a un espacio de posibilidades deslumbrantes e inesperadas. Un milagro secular.  Laura Restrepo / Pedro Saboulard  - CTXT.ES

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