En el incidente informático global, provocado por una actualización del software de seguridad CrowdStrike Falcon, el antivirus usado por Microsoft y por muchas grandes compañías de todo el mundo, hubo una anécdota muy ilustrativa. La Agencia de Transporte Municipal de San Francisco no se vio afectada por este problema, por lo que los famosos tranvías de la ciudad siguieron funcionando puntualmente. Es conocido en el mundo de la tecnología que este servicio, desconectado de Internet, sigue empleando disquetes de cinco pulgadas y cuarto para funcionar. Una reliquia de la década de 1990. Usar tecnología tan desfasada no es en absoluto un modelo a seguir, pero tampoco deja de ser significativo que una tecnología obsoleta sea inmune a problemas tecnológicos creados en las dos últimas décadas y dependientes de la computación en nube.
Pero hay muchos más aspectos que explican que ciertas tecnologías antiguas nos seduzcan más que otras nuevas. Es evidente que sí hay aparatos y tecnologías que aportan pocas cosas más allá de satisfacer la melancolía, como es el caso de la vuelta de los walkman de cinta. La tecnología retro tiene una parte de moda que es explotada al máximo. En esos casos el renacer de ciertos productos es algo fugaz. Es el caso por ejemplo de las versiones en miniatura de ordenadores de 8 o 16 bits equipados con tecnología actual, como un conector HDMI.
Tras la salida al mercado, varios de estos equipos, no se han vuelto a producir lanzamientos. Al fin y al cabo, no satisfacen muchas de las necesidades que cubrían las máquinas originales o estas se pueden emular con un teléfono o un ordenador. Lo que sí encontramos son vestigios de otras épocas en aparatos recién lanzados al mercado. Una buena prueba la tenemos en la receptividad de la radio emitida por ondas. Muchos aparatos dedicados a la reproducción de sonido, han dejado de equipar algo tan sencillo como un transistor de AM/FM.
Y a pesar de lo interesante que es la radio en streaming, la radio analógica goza de muchas ventajas. La principal es la sencillez con la que podemos sintonizar una emisora sin abrir aplicaciones. Pero también porque lo hacemos sin la interrupción de notificaciones de cualquier otra app que pueden oscurecer la experiencia. Creo que no soy el único que tiene un transistor en casa. Por eso vuelven a verse altavoces bluetooth de calidad que equipan un receptor de radio, como los de la mítica marca alemana Teufel. Algunos de sus mejores altavoces bluetooth de alta potencia sonora tienen un diseño moderno, pero con guiños a los amplificadores de las guitarras eléctricas, e incorporan un receptor de radio. Algo que aunque cuesto creerlo, a día de hoy no es nada común.
Se lleva diciendo muchos años que la fotografía química es una moda. Demasiado tiempo. Son ya muchos años de crecimiento. ¿Qué hay detrás de esta nueva eclosión? Cabría centrarse en dos aspectos clave: por un lado, la concentración que supone mirar por un visor sin pantalla electrónica al encuadrar una foto; por otro, que la fotografía está acabada al pulsar el botón de disparo, sin necesidad de procesar nada. Muchos de los fotógrafos que usan película piden que sus fotos se entreguen digitalizadas en alta resolución al ser reveladas. Por lo que el proceso puede terminar en muchos casos tras pulsar el botón de disparo, lo que permite volver a concentrarse en el momento de la captación de la imagen y no en editar digitalmente las fotos.
Pero si hay una tecnología que ha aguantado todos los anuncios de su defunción, es el libro. El diseñador editorial Jaime Narváez trata este asunto en el libro recién publicado El libro tras el anuncio de su muerte. Narváez sostiene en esta obra que a pesar de anunciarse su muerte varias veces el libro de papel no solo no muerte, si no que ha mejorado su diseño y sus cualidades. Los libros electrónicos tras más de una década de intentar acabar con su progenitor, no han logrado hacer mella en el mercado editorial. En junio de 2006, Jeff Jarvis publicó en el diario británico The Guardian un polémico artículo titulado Books will disappear. Print is where words go to die, uno de los primeros augurios que anunciaban la muerte del libro impreso como consecuencia de la irrupción digital. No era la primera sentencia del libro. “A lo largo de su historia ya se le había condenado en muchas ocasiones. En su nacimiento, por ejemplo, mucho antes del códice, cuando se encontraba en estado embrionario y se las prometía como el medio idóneo para la incipiente cultura escrita, ya entonces se anunció su defunción”, señala Narváez en su obra.
Los dispositivos de tinta electrónica fracasaron en su ambición de terminar con los libros de papel. Pero no deja de ser paradójico que esta tecnología, que no requiere de electricidad, haya encontrado un camino alternativo al del libro electrónico. Las pantallas que emiten luz de nuestros teléfonos móviles, tabletas y monitores de ordenador, con velocidades de refresco cada vez más rápidas y mayor intensidad luminosa, se han convertido en una fuente de distracción muy poderosa. No solo por los contenidos que vemos en ellas, sino porque el propio monitor fomenta nuestra adicción a los dispositivos.
Y en este sentido es interesante la tinta electrónica, pues nos permite concentrarnos mucho más en una única tarea. Adicionalmente, las pantallas de este tipo no emiten luz. La gran novedad de esta tecnología con décadas de existencia es que ha empezado a popularizarse el color en los dispositivos que usan tinta electrónica. Con información de la vanguardia.com y Ramón Peco.
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