Robert Roberson espera en el corredor de la muerte por la muerte de su hija. Era un criminal convicto. Una mala tarjeta de presentación y más ante un tribunal, aunque no tuviera delitos de sangre. Los cargos por robo de vivienda y falsificación de un cheque propiciaron que Robert Roberson, nacido el 10 de noviembre de 1966, recibiera condenas sucesivas de diez y cinco años y que, en ambas ocasiones, saliera en libertad condicional. Estos eran sus antecedentes cuando el 31 de enero del 2022 llevó a su hija Nikki, de dos años, al centro médico regional de Palestine, en Texas. Según el parte oficial, la niña sufría un fuerte trauma en la cabeza. Falleció al día siguiente. Roberson había recibido la custodia de Nikki, enferma crónica, en noviembre del 2001. Detuvieron al padre, descrito entonces en la ficha penitenciaria como hombre blanco, de 1,82 metros de altura, 112 kilos de peso, pelo castaño y ojos azules. La ficha del presunto agresor no recoge enfermedad o trastorno. A Roberson le condenaron al provocar a su hija el síndrome del bebé sacudido, una teoría hoy considerada ciencia basura Uno de los elementos que más llamó la atención en el juicio fue la descripción que realizaron los miembros del hospital sobre su conducta. Su respuesta a la grave condición de su hija careció de emoción. Roberson, que en su época escolar asistió a clases de educación especial, es autista. Hoy lleva más de 21 años en el corredor de la muerte, donde ingresó el 21 de febrero del 2003. Su ejecución está programada para el próximo 17 de octubre. Su caso está provocando una movilización de políticos (independientemente de su afiliación), abogados, científicos, médicos y celebridades, con el escritor superventas John Grisham de abanderado. Como subrayan los expertos, si Roberson recibe la inyección letal, será la primera persona ejecutada en Estados Unidos no solo que es inocente, sino que se la ajusticia por un delito inexistente. Su condena se amparó en el supuesto de que había agitado violentamente a su hija, lo que le provocó el llamado síndrome del bebé sacudido.

Una hipótesis médica, surgida en la década de los setenta, que ha sido ampliamente desacreditada como una forma de ciencia basura.

“Lo que tiene de sorprendente el caso de Robert es que no hay crimen”, subrayó Grisham en una conferencia de prensa que realizó esta semana. “En la mayoría de las condenas a muerte, hay un asesinato y alguien que lo cometió, pero en este sumario no existe el crimen. Y, sin embargo, estamos a punto de matar a alguien por esto en Texas. Es indignante”, insistió este autor que empezó como abogado defensor en Misisipi. Grisham, escribió su primera novela en 1989, Tiempo de matar, con la que inició su senda como uno de los escritores de éxito. El autor de novelas como La tapadera o El informe Pelícano , que dieron lugar a películas muy taquilleras, hizo estos comentarios después de que los abogados de Roberson presentaran un escrito de 62 páginas para pedir clemencia ante la junta de indultos de Texas. Solicitaron la conmutación de esta pena. Esta iniciativa se considera la última oportunidad para que el reo, que ahora se encuentra a merced de la piedad del gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott, a quien reporta esa junta. El círculo se cierra. El tribunal de apelación denegó la semana pasada la reclamación planteada por la defensa. “No hubo delito... Roberson es un inocente, condenado a muerte por pseudociencia totalmente desacreditada”, recalcaron los letrados en esa petición. En ese documento se indica que se cometieron tres errores remarcables. Una vez que Nikki llegó al hospital, los doctores concluyeron de inmediato que había sido agitada violentamente sin revisar su historial médico. Así que no exploraron nada, a pesar de la alta temperatura de la niña antes de perder la conciencia. Tenía una neumonía no diagnosticada por la que le habían dado fármacos severos. Y, por supuesto, la actitud del padre y su comportamiento frío, lo que lo atribuyeron a su maldad y no a que sufría un trastorno. Brian Wharton, el agente que lideró la investigación, testigo de cargo contra Roberson, cree ahora que todo se basó en una falacia. “No hubo escena del crimen ni pruebas forenses. Solo tres palabras, síndrome del bebé sacudido. Sin ellas, hoy Robert sería un hombre libre”, sostuvo. 

Esta es la historia de Robert Roberson, el preso que lleva 21 años en el corredor de la muerte en Texas. 

Con información de bbc.com