{ads}

ÚLTIMOS ESCRITOS: ANARCOCAPITALISMO POPULISTA - CICLISTAS DE PEGA - ESPAÑOLES DESPROTEGIDOS - EL TORMENTO DE GAZA - LA CÁPSULA DEL SUICIDIO......

'UNA PÀGINA VISCUDA'


Tomo este título de las Pàgines viscudes que Josep Maria Folch i Torres publicó en la revista infantil En Patufet desde 1915 hasta 1938, siempre con la colaboración del dibujante Junceda. Fueron la sección más leída de la revista, por recoger escenas de la vida cotidiana con carga sentimental, en las que la virtud triunfaba siempre sobre el mal. Tuvieron un éxito enorme pese a que surgieron críticas por su sentimentalismo y desenlaces forzados.

Lo que cuento ahora es una pàgina viscuda por mí, que no es sentimental. Tampoco narra un desastre. Es un episodio reiterado e irrelevante de la vida corriente. El escenario, la notaría barcelonesa en la que ejercí mi oficio desde 1977 hasta 2015. Comienza durante el otorgamiento de una escritura de compraventa. Vendedor y comprador están de acuerdo en todo, pero el vendedor le ruega al comprador que, pese a firmar la compra, la entrega de las llaves de la finca se demore diez días para que pueda sacar los muebles. El comprador accede, pero exige que si el vendedor se retrasa del plazo pactado, abone una penalización de cien euros por cada día de más. El vendedor acepta agradecido y se firma la escritura de venta con este pacto.

Pasados diez días más de los diez pactados para la entrega de las llaves, vendedor y comprador acuden de nuevo a la notaría. Y el comprador le pide al vendedor, antes de nada, que le abone mil euros por los diez días de retraso en la entrega. A lo que el vendedor responde con gran sorpresa: “Pero ¿qué me dices?, ¿a qué viene esto ahora? Aquí están las llaves y se acabó”. “De eso nada –responde el comprador–, pues pactamos que por cada día de más pagarías cien euros y han sido diez días, por lo que me debes mil euros. Así lo firmamos”.

“Esto no puede ser –insiste el vendedor– porque una cosa es lo que se firma y otra cosa muy distinta es lo que hay que hacer. Yo no pude sacar los muebles antes. Hay que hablar, “parlem-ne”. A lo que el comprador se opone: “No hay nada que hablar; hay que pagar, que es lo pactado”. “Por favor –se encrespa el vendedor–, som persones y estamos por encima de los papeles, para hablar y hacer lo que toca”. “Que es pagar”, remacha el comprador.

“De cap manera”, se atrinchera el vendedor, aunque acto seguido añade: “Te hago una propuesta: ni tú ni yo, ¿por qué no lo dejamos en una mitad para cada uno y así todos contentos?”. Y tras forcejeos, el comprador se aviene, cobra quinientos euros, recibe las llaves, ambas partes firman y, colorín colorado, este cuento se ha acabado.

No pretendo ex­traer de esta anécdota, varias veces repetida, un rasgo definitorio de un pretendido carácter colectivo, pero siempre he tenido claro que este proceder denota una actitud ante la ley (un contrato es una lex privata) que relativiza su fuerza de obligar. ¿A qué se debe este descrédito de la ley? Quizá a que muchos ciudadanos de este país asocian la fuerza obligatoria de la ley, así como la violencia legítima que la impone, en su caso, a un Estado que consideran, en el mejor de los casos, solo como relativamente propio, cuando no totalmente ajeno. -  Una ‘pàgina viscuda’, Juan-José López Burniol

La ilustración es de Joan Junceda, caricaturista y dibujante


Publicar un comentario

0 Comentarios

{ads}

DIGITALES - ESCRITOS ANTERIORES