La última desmesura turística en Eivissa se vende en AirBnb como una “experiencia de sobrevivientes”. Cuesta 45 euros la noche y es una tienda de campaña en medio de un campamento chabolista, en el municipio de Sant Josep. El ayuntamiento de esta localidad ha detectado que al menos tres tiendas de campaña de este poblado, habitado en su mayor parte por norteafricanos, se anuncian en la plataforma de alquiler turístico. El hallazgo se produjo de manera fortuita después de que la Policía Local hiciera una inspección rutinaria en el campamento de Can Raspalls: para su sorpresa, detectó a dos turistas que salían del recinto con sus maletas de ruedas.

El anuncio sigue vivo en la página web de la plataforma de intermediación de alquileres. El supuesto propietario es Víctor y en la descripción de alojamiento dice que está a 15 kilómetros del aeropuerto, sin dar más detalles. Incluye un “cómodo colchón doble”, sábanas, heladera, útiles de cocina, sanitario seco, ducha de bolsa (10 litros) y luz de batería o energía solar. “Ideal solo para dos noches”, alerta el propietario. Avisa de que el ruido de coches, aviones, “bichos y pájaros” no permiten dormir bien (como se puede leer en el anuncio, reproducido debajo de este párrafo). También precisa que “no cuenta con electricidad” y sugiere llevar "una batería externa de teléfono móvil”. “Si puedes dejar tu zona de confort (brevemente), te recojo en el aeropuerto gratis”, añade el anuncio.

“Estancia increíble, el anfitrión es muy buena persona y está pendiente de todo”, dice una de las supuestas reseñas de la estancia. “Me he sentido como en casa. Puedes ducharte y cocinar. Muy acogedor”, añade. “La tienda es perfecta para dos personas. A la mañana siguiente nos preparó el desayuno y nos llevó a la playa”, señala otra.

Eivissa, la isla del lujo en la que se pueden degustar menús a 1.000 euros, el precio del alquiler de una vivienda como en cualquier otro punto de España, se ha convertido en el mascarón de proa de la precariedad inmobiliaria. El fenómeno comenzó con el alquiler de balcones a precio de habitaciones, de ahí pasó a las caravanas como solución alternativa a la vivienda y el proceso ha terminado con campamentos enteros de infraviviendas y chabolas ante los que la administración hace la vista gorda, consciente de la situación.

En Can Raspalls, además de los ocasionales turistas, había esta semana unas 200 personas, pero desde el ayuntamiento creen que en verano pudo llegar a haber unos 300. En su inspección, la policía contabilizó 154 infraviviendas, un 56% tiendas de campaña y el 43% restante barracas, con un total de 206 camas. La mayor parte de quienes viven allí proceden del norte de África. 

“Hemos mantenido una actitud empática durante un tiempo debido a las circunstancias, pero hemos llegado a un punto donde se han sobrepasado algunas líneas que no podemos permitir”, ha asegurado el alcalde del municipio. “Como administración es momento de ponernos serios y actuar, conforme a la justicia, ante cualquier actividad ilegal y que perjudique a los vecinos y cualquier lugar del municipio”, añade.

La primera actuación ha sido la presentación de una denuncia por esta actividad ilegal. El propietario, ya identificado, se enfrenta a cuatro sanciones por ejercer una actividad sin licencia (30.000 euros), sin seguro obligatorio para llevar a cabo esta actividad (30.000 euros) y sin los registros legales (30.000 euros), así como por acampar en una zona prohibida (750 euros).