Leo en La Vanguardia un titular que dice: “Irán, Rusia y China lanzan hackers a manipular las elecciones de Estados Unidos”. Sabíamos que Putin había estado interviniendo con sus piratas informáticos en las últimas campañas en favor de Trump, pero lo que resulta evidente es que cada vez hay más actores externos que intentan manipular el voto de los ciudadanos. Dicho de otro modo, la democracia, al menos tal como la entendíamos, está en un serio peligro, cuando se nos cuelan los hackers en las redes sociales para condicionar nuestro voto. Aun así, no parece que los políticos estén dispuestos a replantearse cómo proteger la democracia en el siglo XXI, lo que demuestra que nuestra libertad está cada vez más amenazada. 

El profesor Teodoro León Gross escribe en su último libro (La muerte del periodismo) una frase preocupante: “El político sabe, o debería saber, que siempre le irá mejor el caos superficial de las redes sociales que el viejo orden del periodismo”. Atrás queda el adagio de Thomas Jefferson: “Si tuviera que elegir entre escoger un gobierno sin prensa o una prensa sin gobierno, no dudaría en elegir lo segundo”. Hace dos siglos, con una frase así se llegaba a presidente de Estados Unidos, hoy no daría ni para ser concejal en un pueblo del desierto de Mojave.

En su libro, León Gross cita a un autor americano, llamado Ben Smith, que avisó: “En Twitter/X solo quedamos periodistas y políticos depravados gritándonos unos a otros”. Seguramente por eso, otro ilustre colega como Álex Grijelmo acaba de publicar La perversión del anonimato, donde critica que en las redes el personal pueda ir encapuchado, pues el anonimato alienta la pederastia, recluta terroristas, estafa a personas indefensas y favorece el insulto, la difamación y la mentira. Grijelmo aporta una posible solución para regular el anonimato en la red: “Sería parecido a la matrícula de un coche: no pone tu nombre, pero la policía puede saber quién eres si cometes una infracción”. Sin duda, una gran idea que seguro que no convencería a Elon Musk, que vende la ilusión de la libertad cuando ha conseguido que X sea la alusión permanente al odio.

Mientrastanto: El área metropolitana de la tercera capital española fue noticia en The New York Times por la ingente cantidad de muertos de una catástrofe inaudita. Un Estado protector, cercano a su gente, no se lo puede permitir y, en ese sentido, el fallo de sistema atañe a todas las administraciones implicadas, autonómicas o no. Mientras esperamos el futuro terror de Trump rezando por Kamala Harris, el común de los mortales anota que los políticos y sus cosas son el principal problema de España. Las inundaciones en Valencia lo han constatado.