La RAE lleva años saliendo de su zona de confort y haciendo un esfuerzo por incorporar nuevos términos. Es una especie de competición entre palabras o expresiones que se han popularizado en los últimos años y han hecho méritos para dejar la calle y vivir con más formalidad dentro del diccionario de los diccionarios en español, el de la RAE. Espóiler, snorkel, teletrabajar, driver, barista, wasabi, script, rapear, grupie o indie son algunas de esas palabras que el personal ha popularizado y que ahora los académicos reconocen. También han incorporado la expresión zona de confort, ese lugar del que psicólogos, coaches o influencers en general nos invitan a salir. ¿De verdad? Sal tú primero de tu zona de confort, que yo estoy aquí muy a gustito.

Salir de tu zona de confort puede dar pie a complicarte la vida, pero a la vez te mantiene despierto ante nuevos retos. De su zona de confort salió David Baute, documentalista canario que lleva años intentando llevar a la pantalla la historia de tres mujeres que se ven obligadas a abandonar su casa como consecuencia del calentamiento del planeta. Lo que en un principio tenía que ser un documental se ha convertido en una peli de animación ante las dificultades de poder rodar en cada uno de los lugares que el cambio climático ha convertido en inhóspitos.

Corran a ver una peli que trata del sufrimiento humano por las migraciones climáticas. Baute lleva trece años trabajando en el proyecto y desde hace ocho lo hace acompañado de Edmon Roch, productor de los Tadeo Jones que han llenado los cines la última década. El viernes pasado, festivo, llenaron la sala del Verdi en el preestreno de Mariposas negras, que así se llama la película que todos deberíamos ver y que está en los cines desde ayer. Corran porque no tiene pinta de que vaya a durar. Si logramos lo contrario, sería un hito.

Es una hostia con la mano abierta a la estupidez humana. Nuestra civilización, si es que se puede llamar así, lleva años avisando de lo devastador que va a ser el cambio climático para nuestro planeta, pero no está sirviendo de mucho. El pasotismo de potencias mundiales y grandes corporaciones es desesperante y el camino hacia la autodestrucción parece incorregible.

Baute nos planta ante una verdad incómoda, como tituló Al Gore su documental hace ya más de 15 años. Mariposas negras, más allá de las consecuencias naturales, se centra en el sufrimiento humano que están suponiendo las migraciones climáticas. Personas que deben abandonar el lugar donde nacieron, sus raíces, sus familias, sus lenguas. Una aniquilación cultural sin precedentes. Son personas desamparadas, porque la figura del emigrante climático no está reconocida a escala internacional.

Justo esta semana varios meteorólogos y técnicos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) han denunciado el acoso que sufren en las redes por parte de negacionistas que no soportan la pedagogía que hacen para concienciar a la gente de la situación que vivimos. Paradoja: los que niegan el cambio climático son los mismos que niegan la entrada a su país de los migrantes. Estupidez al cuadrado. Y están, además, subiditos: Donald Trump, uno de los suyos, ha sido el más votado en Estados Unidos.

Hace 13 años, cuando David Baute se propuso contar estas tres historias, visitó lugares lejanos: Turkana (Kenia), Go­namara (India) y San Martín (Caribe). Ahora no le haría falta irse tan lejos. Las recientes imágenes de las inundaciones en Valencia planean en nuestra cabeza durante toda la proyección, haciéndonos a la idea de que aquello antes lejano ahora ya lo tenemos en casa. Por cierto, la RAE también acaba de incorporar a su diccionario la palabra dana.- Jordi Évole.

La RAE es un ente arcaico y trasnochado donde moran carcamales diversos, algunos incluso dudosos en cuanto a su talante democrático, que se dedican a incorporar palabras nuevas que ya son viejas para la gente de la calle.