CHARNEGUISMO DE BAJA INTENSIDAD


Hace una semana, la gala de los Premios Gaudí avivó unas brasas que aún queman en Cataluña, a cuenta del discurso que hizo el guionista Eduard Sola al recoger su galardón por el filme Casa en llamas y que ha enervado a los sectores más integristas o identitarios del independentismo. Sola se declaró “orgullosamente charnego” en su reivindicación del progreso social y cultural que media entre su abuelo inmigrante y analfabeto y él mismo, a su vez abanderado de la lucha contra la xenofobia

Sorpresiva, incomprensible o cansina, para unos, y rabiosa oportunidad de indignación, para otros, la polémica sobre el charneguismo, que la escritora Najat El Hachmi considera “del todo absurda”, es un campo de batalla cultural recurrente en Cataluña y coincide esta vez con el centenario del nacimiento del escritor Paco Candel. En su recién reeditado clásico Els altres catalans (Edicions 62), Candel ya dejó claro hace 60 años que, asumiendo su uso como afrenta, es difícil ponerse de acuerdo en el significado del término: “El diccionario dice que un charnego es el mestizo de catalán y francesa. En realidad, charnego quiere decir mestizo. Y todos los catalanes son charnegos por poco que se remonten en su árbol genealógico”.

El uso del término charnego por parte de Sola invalidó lo que fue una reflexión y una reivindicación bonita sobre el papel de la educación, del asociacionismo y de lo público como hacedores de cohesión social”. Sin embargo, a su entender, no es de recibo —y menos por personas de origen inmigrante de segunda o tercera generación— utilizar un vocablo “usado como insulto a los castellanohablantes” y que hoy no sirve para describir fenómeno social alguno. “No es un concepto vivo; los inmigrantes extranjeros de hoy no son equiparables a los que vinieron del resto de España hace más de medio siglo”.

Charnego tampoco es sinónimo de clase trabajadora, porque la hubo y la hay que es catalanohablante”, precisa Puig. Al calor de la polémica, el también historiador Andreu Mayayo, en un acto de memoria democrática celebrado el jueves en el paraninfo de la Universidad de Barcelona, quiso resaltar que “la mayoría de inmigrantes no solo aportaron fuerza de trabajo, sino también una cultura política y sindical muy marcada, y las fábricas fueron el espacio donde los represaliados, catalanes de origen y de adopción, forjaron el nuevo catalanismo popular inclusivo y reivindicativo, superando la segregación residencial.

Como sucede a menudo, el discurso de Sola tuvo sus luces y sus sombras, aunque considero no estuvo muy afortunado en la forma y sí en el fondo. De todos modos, la repercusión de su discurso, más ético que estético,  duró lo que dura una tormenta de verano, quizás porque estamos en el año 2025 y la fecha del discurso de Sola se debería circunscribir a 1950. En definitiva,  mucho ruido y pocas nueces y a otra cosa mariposa.

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