Y DEJÉ DE HABLARLE A DIOS


Hoy se cumplen 80 años de la liberación del campo de concentración de Ausch­witz, un lugar que simboliza el punto más oscuro de la humanidad bajo el régimen nazi. En este aniversario, es crucial reflexionar sobre cómo mantenemos viva la memoria. Documentales como The last days, producido por Steven Spielberg, deberían ocupar un lugar central en la educación para que el pasado no se pierda en la indiferencia o, peor aún, en la ignorancia.
Esta semana, un reportaje visto en TV3 reveló un panorama desolador: adolescentes incapaces de responder preguntas básicas sobre Francisco Franco. Si el desconocimiento sobre un episodio tan reciente y cercano como la dictadura franquista es alarmante, ¿qué podemos esperar del conocimiento del Holocausto?. Lo más preocupante no es solo que estas historias sean desconocidas en jóvenes, sino que en demasiadas ­aulas ni siquiera se abordan con la profundidad necesaria. La enseñanza no puede ser un repaso superficial de fechas y nombres; debe ser un ejercicio crítico que conecte a las generaciones actuales con el pasado, para que comprendan las raíces del odio y las repercusiones de la pasividad.
The last days, en Netflix, debería proyectarse en escuelas e institutos de forma obligatoria. No es un entretenimiento, es una herramienta pedagógica para que los jóvenes se enfrenten al Holocausto y comprendan las devastadoras consecuencias de la indiferencia. Ese instante donde una superviviente de Auschwitz, después de ver torturar a dos niños, concluye: “Ahí dejé de hablarle a Dios”.
Hannah Arendt, ya refugiada en Nueva York, pero todavía apátrida, estaba planificando escribir un libro que se adentrara en la «comprensión» del fenómeno totalitario, y las razones (elementos) de su aparición y «cristalización», las noticias que comenzaron a llegar procedentes de Europa acerca de la ejecución de un plan para la solución final de la cuestión judía, por parte de los Nazis, fue algo que era muy difícil de aceptar; incluso, los intelectuales judíos, expatriados como ella, no lo pudieron creer en ese entonces. Al respecto, reproduzco unas breves frases de cómo Arendt reaccionó inicialmente a los reportes sobre el funcionamiento del campo de concentración de Auschwitz y de su brazo ejecutor: el campo de muerte de Birkenau.
La ignorancia es el caldo de cultivo ideal para que el odio y el fanatismo resurjan. Las lecciones del Holocausto no nos alertan solo sobre lo que ocurrió, sino también sobre lo que puede volver a ocurrir si olvidamos. 80 años después de la liberación de Auschwitz, es inaceptable que aún haya jóvenes que ignoren lo que significó el Holocausto, que desconozcan quién fue Franco o que no comprendan las consecuencias del odio. La educación tiene el poder de cambiar el mundo, pero para lograrlo debe ser más ambiciosa, más crítica y más humana. Auschwitz, el Holocausto, la dictadura franquista... no son capítulos que deban estudiarse como historias lejanas, sino como alertas vivas. Porque olvidar no solo es un riesgo, es una traición. Con información de Jordi Basté en la vanguardia, y el nacional.

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